Indiferencia

LA TAREA NUNCA ACABA
01/05/2022 04:17
    La propuesta del gobierno de la República es política y no pedagógica. Le importan los símbolos y a eso juega, no a responder al derecho a aprender de las niñas y niños. Es bastante superficial, pero con hartas posibilidades de hacer daño. Sin embargo, el mayor de todos sus efectos no está en las palabras pronunciadas por Marx Arriaga, sino en todo lo que no dice. Lo tragedia es la indiferencia proyectada desde ‘arriba y desde el centro’ hacia las necesidades de la gente en sus escuelas.

    Esta semana el Gobierno de la República anunció el nuevo “modelo educativo”, versión “4T”. Defiende la eliminación de los grados escolares y pasar a una organización por fases educativas; considera innecesaria la evaluación de aprendizajes, por lo que eliminará las pruebas estandarizadas como PLANEA y PISA; los libros de texto le parecen desechables, por lo que serán reemplazados por otros que dejen de promover “el modelo de educación neoliberal”; por su parte, los profesores dejarán de ser “reproductores del neoliberalismo”, para convertirse en líderes sociales. De los calificativos lanzados al modelo actual durante de la mañanera de parte del director general de Materiales Didácticos de la SEP hablamos más adelante, de momento sólo pienso en uno: INDIFERENCIA.

    Acabamos de pasar por uno de los periodos de mayor trascendencia en la historia de la humanidad, que, a decir de varios, todavía no termina. La educación fue uno de los pilares de nuestra vida cotidiana de mayor impacto, ya sea de manera directa o a través de terceros. Por más compleja que haya resultado la vivencia, nuestro sistema educativo siguió adelante en contra de todo pronóstico, y no fue gracias a las autoridades. Ocurrió abajo y desde adentro, la escuela se empoderó y se rompieron viejas inercias del pasado.

    Más allá de modelos “neoliberales, clasistas, racistas, eurocéntricos, patriarcales, punitivos” y un largo etcétera, vale la pena profundizar en aquello que sí pasó durante la crisis de la Covid-19. No hacerlo confunde la indiferencia gubernamental con el desprecio al derecho a la educación, todo por razones dogmáticas.

    La discusión llega en buen momento, porque existe la opción entre “andarnos por las ramas” del dogma ideológico o “el camino” de las prácticas educativas. Prefiero abiertamente la segunda. Por una sencilla razón: la experiencia internacional demuestra la viabilidad de las transformaciones educativas gracias a sus prácticas escolares, no adoctrinamientos ideológicos.

    Por ejemplo, les comparto a continuación algunos puntos que estoy seguro vale la pena seguir explorando, y que son más importantes que cualquier supuesta “desaparición de grados escolares por fases de aprendizaje”:

    1. Los estados no esperaron a la federación. Hubo entidades de la República donde surgieron medidas que facultaron después a la federación a actuar con mayor determinación, seguro de lo que funcionó, o no. Jalisco, Campeche, Sinaloa midieron los aprendizajes de los alumnos, y diseñaron programas de acompañamiento. Esto le permitió combatir el rezago escolar desde hace un año. El federalismo educativo permite innovar y entrar en la lógica de ensayo y error. ¿Qué medidas se necesitan para fortalecerlo?

    2. La escuela decide. Nadie conoce a sus alumnos como sus escuelas. La SEP ni cualquier otra autoridad local no alcanza a influir a conocer la realidad de los niños como la propia comunidad escolar. En pandemia pudieron decidir que mecanismo implementar para darle seguimiento a sus estudiantes. Eso es, el famoso “curriculum” se centró en las dificultades para aprender que tienen los alumnos, y eso humanizó a la escuela. ¿Cómo dejamos atrás el viejo modelo acartonado de planes y programas?

    3. El profesor tuvo libertad. De acuerdo con los expertos, en México sólo 9 por ciento de los directores gozan de libertad para decidir en los aprendizajes de los niños, contrario a 44 por ciento de los países miembros de la OCDE. Son los profes con las familias quienes nos sacaron adelante, y ellos decidieron el “cómo”. ¿Cómo fortalecemos la formación de profesores que necesitan mejores herramientas al convivir con alumnos tan diferentes y en condiciones sociales difíciles?

    4. Las familias participaron como nunca. La escuela nos volvimos todos. Las familias se comprometieron en tareas específicas y juntos acompañaron este proceso. ¿Cómo consolidamos ese vínculo, familias-docentes?

    5. Espacios dignos. A pesar de las carencias de los espacios físicos y la falta de conectividad, las escuelas lograron mantener la continuidad de un ciclo escolar, además de abrir y cerrar los ciclos de acuerdo a calendario. Cómo fue posible este avance, cuando en el pasado se intentó implementar estrategias tecnológicas como Aprende, Aprende 2.0 o habilidades tecnológicas en no menos de cuatro ocasiones, se gastaron más de 35 mil millones de pesos y nunca se logró tal avance como ahora. ¿Cómo fortalecemos todo lo que han aprendido nuestras escuelas en espacio de dos años? ¡Imaginemos lo que son capaces de hacer con espacios dignos y conectados!

    6. Información. En más de una ocasión las escuelas innovaron. Evaluar sus propios avances y dificultades fue clave; compararse con otros y entender lo que sucedía resultó determinante. ¿Cómo construimos sistemas de información que permita a quienes están en el terreno construir decisiones de manera eficaz?

    Reinventar la historia de México a partir de otros libros (de texto) o adoctrinar a nuestros niños es poca cosa frente a los efectos inmediatos que se seguirán experimentando en las más de 250 mil escuelas del país, y “todo por culpa del pasado”.

    La propuesta presidencial es provocadora, pero sólo “efectista”, magia pura para desviar la atención sobre las verdaderas responsabilidades de su gestión; en materia educativa, no dice nada, todo está proyectado sobre el plano de lo ideológico.

    Sin claridad en el qué y en el cómo del aprendizaje para todos; sin recursos suficientes destinados a los espacios y la conectividad; sin una adecuada formación para nuestros maestros; ante la ausencia pronunciada de las familias el proyecto educativo de sus hijos; y con un sistema a ciegas, que se niega a entender la evaluación como un aliado de la mejora.

    La propuesta del gobierno de la República es política y no pedagógica. Le importan los símbolos y a eso juega, no a responder al derecho a aprender de las niñas y niños. Es bastante superficial, pero con hartas posibilidades de hacer daño. Sin embargo, el mayor de todos sus efectos no está en las palabras pronunciadas por Marx Arriaga, sino en todo lo que no dice. Lo tragedia es la indiferencia proyectada desde “arriba y desde el centro” hacia las necesidades de la gente en sus escuelas.

    Que así sea.