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    La conciencia alcanzada por la ciudadanía es inamovible: no existe posibilidad que regrese el pasado de atropellos y corrupción. Las condiciones para el avance democrático son sólidas como una roca, lo que hace imposible el regreso al pasado, por decisión del pueblo.

    Que el año que comienza sea de felicidad y éxito para los habitantes de Sinaloa y de todo el País. Hay sobrados motivos para, con realismo, pensar que 2024 será un año de frutos y de gran trascendencia política. Partimos de circunstancias ciertas, no de eufemismos. Nuestro optimismo se basa en multicidad de hechos, partiendo de los programas de bienestar y la monumental infraestructura que, durante este sexenio, se ha sembrado en toda la geografía nacional. Lo realizado en el presente sexenio sienta las bases de lo que viene en el futuro.

    La ciudadanía se da cuenta del histórico momento político por el que atraviesa nuestra nación, sin falsas expectativas, solamente siendo realistas. Y esto a pesar de los denuestos de la casta prianista, que amasó grandes fortunas al amparo del Estado mexicano y que, en la actualidad, ve el cambio que se viene suscitando en México y está molesta, porque cada vez ve más lejos la posibilidad de volver por sus fueros, de volver al Gobierno, el cual usufructuaron durante el largo periodo de 36 años, donde se despacharon, en beneficio propio, con la cuchara grande de los bienes de la nación.

    Los nuevos tiempos son distintos, tienen que adaptarse a la nueva realidad. Esa época terminó, son nuevos tiempos. Para los buenos empresarios esto no es catastrófico, en el nuevo tiempo político hay un mundo de oportunidades que se abren, sin tener que recurrir a la corrupción. Solo los retrógradas y súper conservadores rechazan vivir en un país de igualdad de oportunidades, por su manera de pensar y concebir de manera ultracerrada el mundo, no reconocen que todo cambia.

    Este país se está modernizando a pasos agigantados. El pueblo celebra, con entusiasmo, la nueva realidad que se viene conformando en el País, el proceso de transformación democrática es indetenible. Aunque todo progreso tiene sus rémoras, los prianistas se niegan a reconocer la realidad que priva en la sociedad. La continuidad de la política de bienestar la apoyan los sectores sociales mayoritarios con entusiasmo, eso se ve a leguas y, por ello, decimos que esa transformación tendrá continuidad en el próximo sexenio.

    México goza de un volumen de inversión extranjera como nunca se había visto, lo cual da certidumbre a lo que hemos venido planteando. Somos el primer socio comercial de los Estados Unidos, ese hecho tiene un alto significado en el desarrollo de nuestra economía. Nuestra moneda se ha fortalecido en relación al dólar, los trabajadores y clases medias están recuperando salarios y prestaciones. El conjunto de estos factores, sin duda, incide en nuestro desarrollo. Por ello, insisto, la ciudadanía ve con sumo optimismo el futuro próximo, lejos de las dolencias de otros países de latinoamérica, que no logran hallar la fórmula para salir de sus crisis.

    El actual sexenio de gobierno va a pasar a la historia. Se va a tomar como referente en todos sus aspectos, ya que se sentaron las bases para consolidar el bien de todos. Lo óptimo es que no se baje el ritmo de trabajo, para mejorar las condiciones de vida de los sectores más desvalidos, que haya cada vez mejores oportunidades de trabajo, de salud, de seguridad, de educación en favor del pueblo, esa es la aspiración suprema de la cuarta transformación.

    Afortunadamente vivimos tiempos nuevos, con una férrea voluntad de establecer la democracia verdadera en nuestra sociedad. Lo vemos en una serie de hechos que se vienen operando en la vida política nacional, lo que permite avizorar la ampliación de las libertades políticas, cosa que los ciudadanos celebran con mucho entusiasmo y alegría, porque significa que se destierren para siempre las prácticas nefastas que en el pasado los ciudadanos padecieron, empezando por la tergiversación de su sufragio, llegando el prianismo al extremo de realizar dos descarados e inauditos fraudes electorales, en el 88 y en el 2006, operados por la mancuerna del PRI y el PAN, ahora amafiados.

    La conciencia alcanzada por la ciudadanía es inamovible: no existe posibilidad que regrese el pasado de atropellos y corrupción. Las condiciones para el avance democrático son sólidas como una roca, lo que hace imposible el regreso al pasado, por decisión del pueblo.

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