Hoy no podemos decir ¡Feliz Navidad!
Las campanas de paz doblan a guerra

OBSERVATORIO
25/12/2024 04:02
    Cuando las campanas de paz resultan imperceptibles debido al estruendo de las armas del crimen, debemos hacer el mayor esfuerzo por escucharlas como llamado a hacer de la adversidad trágica la oportunidad de alzarnos con la propuesta y acción pacificadoras.

    Por los caídos en los campos de batalla de esta guerra criminal; por las y los desaparecidos y la fe en que regresen sanos y salvos con sus familias; por las víctimas colaterales que son niñas, niños y jóvenes alcanzados por las balas del salvajismo; por una sociedad entera disminuida en el miedo prolongado más allá de lo tolerable, por los toques de queda en cada familia secuestrada por el terror, y por los que tenían un patrimonio que se lo tragó la bestialidad, llegamos a la Navidad más triste que haya existido en Sinaloa, invocando la paz así sea la mínima que nos concedan para refundar la esperanza entre el desespero y la consternación.

    El reencuentro en la Nochebuena debió también resignificarnos por la atmósfera de fiesta inconclusa o el abrazo que adquirió la fuerza del acero que ocupamos en el temple para salir bien librados los sobrevivientes de la actual circunstancia terrible. Hablamos bajo la sombra del árbol navideño que dejó de ser refugio seguro y los parabienes fueron titubeantes al no existir ninguna garantía de que se cumplan. La cena hubo de atorarse en la garganta de cuerpos apretados por la preocupación a no volver a reunirnos las familias completas.

    La expectativa de días sin violencia y de baja intensidad en la narcoguerra, que sí han existido, no resiste a la sensación que nos domina sobre la vulnerabilidad de los pacíficos, pues apenas disponemos de algunas horas de tranquilidad cuando regresa la barbarie y arrasa con nacientes optimismos. En el saludos dejamos de preguntarnos cómo estamos pues la interrogación aborda el cómo soportamos, con la respuesta de ceños acongojados, lágrimas a punto de desbordar y síndrome de ansiedades incontroladas.

    Así estamos y qué difícil resulta asumir la Navidad como tiempo de paz con la persistente guerra entre células del narcotráfico y crímenes como el que le arrebató la vida a la doctora Lupita Dobler López, pero aún en medio de la violencia necesitamos ser tenaces en recuperar los niveles de tranquilidad y las certidumbres que eviten convertirnos otra vez en una sociedad que toca fondo en el miedo y allí se queda, al grado de normalizarlo y decretarlo dentro de las fatalidades que inevitablemente tenemos que vivirlas.

    Cuando las campanas de paz resultan imperceptibles debido al estruendo de las armas del crimen, debemos hacer el mayor esfuerzo por escucharlas como llamado a hacer de la adversidad trágica la oportunidad de alzarnos con la propuesta y acción pacificadoras. Si continuamos caídos en calidad de amedrentados o víctimas colaterales, la delincuencia se posará con la bota de la crueldad encima de todos y de las cosas que en lo particular o colectivo nos importan y debemos defenderlas con el vigor cívico.

    Llegar a este día después de tres meses y medio de que el choque interno en el Cártel de Sinaloa rebasa todo cálculo de lo que es posible de suceder al caer los factores fiel de la balanza del narcotráfico y la relación convenciera que hemos sostenido durante más de medio siglo con dicho flagelo. Hoy presenciamos, entre tantas barbaridades, que ni el enorme despliegue de militares y policías puede garantizar que las guerras del Gobierno contra el crimen se ganen rápido acotando la pérdida de vidas y de gobernabilidad.

    No hay Navidad posible con más de 600 homicidios dolosos y 700 personas desaparecidas desde septiembre a la fecha, el saldo letal que igual mata la esperanza y la capacidad de asombro. Con el patrimonio de las familias en vilo, las actividades productivas en constante labor de resistencia y las carreteras y calles que convierten los destinos de viaje y el espacio público en emboscadas, es difícil canjear las largas noches malas por una nochebuena.

    De igual manera nos cerciorarnos que parapetados detrás de la guerra entre narcos atacan todos los modos de delincuencia, a sabiendas de que la fuerza pública está dedicada a contener al gran crimen. La orgía de los malandrines de todo tipo halla el mayor de los auges mientas la confrontación en el Cártel crea las condiciones para que nadie sepa de dónde viene el robo al comercio, el asalto al banco, el secuestro exprés o el allanamiento a domicilios para el desvalijamiento o las llamas.

    Sin ánimo de estropear el espíritu navideño estamos ante una emergencia de seguridad pública que preocupa a los sinaloenses y ocupa a los gobiernos federal y estatal en las estrategias para contener la arremetida violenta, mientras que un sector importante de la población vira la perspectiva hacia el cese de hostilidades proveniente de los segmentos del Cártel en choque ya sea por el pacto de paz o porque sus recursos económicos bélicos también son finitos.

    Qué Nochebuena puede serlo o cuál exclamación de feliz Navidad sonará factible al saber que estos días, así acabe de tajo la narcoguerra, estamos en iguales circunstancias que el condenado que espera el indulto que le evite estar frente al pelotón de fusilamiento.

    Reverso

    ¿Las campanas a qué sonarán,

    Si hoy no lo harán por la paz?

    Tañan al Sinaloa tenaz,

    De anhelos que no morirán.

    La necesaria tregua

    Al iniciar una pausa en este ejercicio de periodismo de opinión, con retorno pactado para el lunes 6 de enero, dejamos indeleble en el papel y en la tribuna digital el abrazo fraternal y el deseo de que todo y todos continuemos en la inacabable obra de construcción de paz. Es que a veces resulta necesario hasta el pacto donde el diálogo sea interior y silencioso, mitad autocrítica como el indispensable mea culpa y mitad reacomodo de voluntades y contribuciones que rediseñen el nuevo Sinaloa confeccionado desde la acción social que permanentemente lucha por cruzar el umbral de malas notas que nos exhiben ante la comunidad nacional e internacional como sociedad neandertal.

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