El ilusionismo navideño nos comienza a atrapar por estos días decembrinos. Se llega la fecha en que nos vemos impulsados por el compromiso de quedar bien con nuestros seres queridos y amistades obsequiando grandes y costosos regalos.
En especial nos preocupa “atinarle” a los presentes navideños destinados a nuestras familias. ¿Acaso quiere ser usted Scrooge este diciembre? ¿Verdad que no?
Olvidamos que la Navidad es una oportunidad para dar a nuestros hijos una lección de valor y aprecio por las cosas. Es la época del año en que los niños viven también sus propias ansiedades por los regalos que ya ven venir.
¿Qué me va traer "Santa"? ¿Acaso la consola Xbox que le pedí?
¿Qué me va dar mi abuelita? ¿Qué me tocará de regalo de intercambio en la cena de Navidad?
A veces vivimos grandes penas cuando nuestros hijos reciben algún regalo de una tía, por ejemplo. Como los niños son muy expresivos y honestos es fácil darse cuenta si les gustó el regalo mediante la carita de “WHAT?” que muestran al retirar la envoltura. No era lo esperado.
Y nuestra intervención mediadora con el comentario "Dále las gracias a tu madrina… dile que te gustó mucho..." sólo acentúa el incómodo incidente.
Nadie tiene el derecho de quitarles la ilusión de la Navidad a los chavos, es cierto. Para ellos diciembre es momento de regalos, sorpresas y delicias. Y qué bueno que la disfruten.
Sin embargo, el exceso de regalos puede provocar que lo niños desarrollen menos tolerancia a la frustración y se vuelvan más caprichosos y materialistas. Después de recibir hasta 4 ó 5 regalos en una cena navideña se produce el llamado Síndrome del Niño Hiperregalado, en donde no valora lo que tiene y solo se fija en abrir más y más regalos.
Incluso quizá sea buena idea este año sustituir el tradicional “regalo tecnológico” por un obsequio de mayor reto, como un buen rompecabezas o un juguete Lego que desafíe sus destrezas.
Pero vayamos más allá. Tal vez esta época es una buena oportunidad para redefinir con nuestros hijos el significado de lo material y reforzarles el valor de la generosidad. Puede ser un momento ideal también para darles un mensaje a futuro para aprender a aceptar lo que les llegue en el transcurso de la vida.
Optemos por practicar con ellos la caridad auténtica y generar un buen espíritu de convivencia. Construyamos momentos en familia, apartados de los teléfonos móviles y de las absorbentes tabletas electrónicas.
Como padres tratemos de generar experiencias más enriquecedoras y entretenidos juegos de desafío que seguramente nos harán sentir mejor a todos en esta Navidad.
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