Si Musk y X eran ya una grave amenaza a la verdad, la diversidad y la democracia, ahora se suma la agenda fascista del millonario y su alcance como parte fundamental dentro del gobierno de Trump.

    La llegada de Donald Trump por segunda ocasión a la Presidencia de Estados Unidos arroja cientos de lecturas y motivos para preocuparse. Cada vez es más claro que desde hace tiempo atravesamos convulsamente un desfondamiento civilizatorio que tiene sus orígenes en un vaciamiento cultural de los valores que dieron origen al proyecto civilizatorio nacido de las cenizas de Auschwitz y que tenía como garantes a los órganos supranacionales y el Estado. De manera más profunda la crisis se encuentra en la pérdida del valor de la palabra, la verdad, la ética, la dignidad humana, la pluralidad y el diálogo. Transitamos hacia tiempos complejos que algunos llaman crisis civilizatoria y que el EZLN ha llamado “la tormenta”.

    Entre los hechos y las señales que arrojó el primer día de la nueva era Trump, me permito detenerme en uno en particular. Elon Musk dio un discurso en el que elogió los nuevos tiempos y realizó en un par de ocasiones el saludo asociado al fascismo y al nazismo, que varios han intentado matizar. Por razones obvias esto impactó en Alemania, donde varios medios realizaron entrevistas a especialistas que afirmaron que fue un saludo nazi e incluso Die Zeit publicó la foto tapando la mano en alto.

    Esta polémica, que no debe ser polémica, sobra. Basta haber seguido en los últimos años las declaraciones y posturas del dueño de X en las que abiertamente promueve el neonazismo y la supremacía blanca. Musk lleva tiempo impulsando a las ultraderechas europeas y particularmente al partido neonazi Alternativa para Alemania (AfD).

    La adquisición de Twitter y su conversión a X es parte del proyector político de Musk que ha transformado la red social en una herramienta de la extrema derecha en la que los cambios a la plataforma y su algoritmo amplifican los mensajes ideológicos populistas de extrema derecha, al tiempo que reducen los alcances de otros mensajes. Esto llevó a más de 60 universidades alemanas a abandonar X hace unas semanas, debido a que la plataforma “no es compatible con los valores fundamentales de las instituciones participantes, como la apertura al mundo, la transparencia y el discurso democrático”. Particularmente la Universidad Goethe de Frankfurt emitió un comunicado diciendo que “los estudios y observaciones muestran que la plataforma perjudica específicamente a las voces democráticas; la evidencia de influencia en los procesos democráticos en Estados Unidos hace temer que algo similar suceda en Europa... estos y otros cambios hacen que su uso continuo sea inaceptable para instituciones comprometidas con el conocimiento basado en hechos y los valores democráticos”. Así de claro y contundente.

    También algunos medios decidieron abandonar X. Es el caso de The Guardian y Le Monde. El medio británico argumentó desde el pasado noviembre que “los beneficios de estar en X ahora son superados por los negativos y los recursos podrían usarse mejor para promover nuestro periodismo en otros lugares”. Debido a que los contenidos promocionados por la plataforma incluyen “teorías de conspiración de extrema derecha y racismo”. Por su parte el medio francés afirmó el día de la toma de protesta de Trump que X es una “amenaza global al libre acceso a información confiable”, por lo que han “decidido dejar de compartir nuestro contenido en esta plataforma mientras funcione de esta manera y recomendar a los periodistas de Le Monde que hagan lo mismo”.

    Si Musk y X eran ya una grave amenaza a la verdad, la diversidad y la democracia, ahora se suma la agenda fascista del millonario y su alcance como parte fundamental dentro del gobierno de Trump. Es grave la deriva autoritaria que toma el mundo y particularmente el país más poderoso del planeta; igual de grave sería normalizar o minimizar el fascismo promovido desde X.

    Me atrevo a pensar que si esto hubiera ocurrido hace unos años o lustros, la salida masiva de usuarios de X se hubiera dado de inmediato. Ahora no ocurre y esto es un síntoma más del desfondamiento cultural de nuestro tiempo. Sobran argumentos pragmáticos para mantenerse dentro de la plataforma, pero al fondo lo que hay es indiferencia, una falsa idea de beneficios que superan a los principios, el desfondamiento ético, o una sensación propia de las mismas redes digitales en las que la aberración de hoy será borrada por la aberración de mañana. Nada resulta grave, nada resulta importante, todo se matiza. Permanecer en X resulta, en mi opinión, complicidad involuntaria del desfonde civilizatorio.

    Bluesky: @jacobodayan.bsky.social

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    El autor es especialista en Derecho Penal Internacional, Justicia Transicional y Derechos Humanos

    @dayan_jacobo

    Animal Político / @Pajaropolitico