Entre los grandes compositores resulta normal que exista influencia de uno sobre otro, como fue el caso de Haendel sobre Beethoven. El genio de Bonn reconoció abiertamente la supremacía del primero: “¡Me descubriría y me arrodillaría ante su tumba!”
Originalmente, fueron Mozart y Haydn quienes tuvieron más influencia sobre Beethoven; sin embargo, pesó más la sombra de Haendel sobre la creatividad del compositor residente en Viena. Incluso, hay una anécdota de que una vez ofreció un consejo a una persona sobre Haendel: “Ve y aprende de él cómo conseguir grandes efectos con pocos instrumentos”.
Según algunos críticos musicales, la influencia haendeliana sobre Beethoven se aprecia más en “La Consagración del Hogar” (1822), La Missa Solemnis (1823) y la Novena Sinfonía (1824). Cabe señalar que en las dos últimas obras no se percibe demasiado esta influencia, como en la primera (La Consagración del Hogar), que es una obertura compuesta para la inauguración del Teatro Josephstadt, de Viena. De hecho, es claramente perceptible el aprendizaje contrapuntístico de Beethoven en esta obra.
Recordemos que el contrapunto (voz proveniente del latín: punctus contra punctus: nota contra nota) es una técnica que utilizan los compositores para unir o relacionar dos o más voces independientes, pero que suenan de manera armónica cuando se tocan simultáneamente.
Todo esto viene a cuento por el excelente segundo concierto “Música de Cámara OSSLA para todos” que se ofreció ayer en el MASIN, en el que se interpretó el trío para dos oboes (violín, oboe) y corno inglés, de Beethoven, Opus 87. El trío es melódico y suave e integrado por cuatro movimientos: allegro, adagio, minueto y final.
El programa incluyó el Concierto Número 1 en Sol Menor, arreglo para tuba y orquesta, de Haendel, con cuatro movimientos: grave, allegro, largo y allegro.
¿Ejerzo influencia positiva?