Creo que todos, cuando niños, alentamos deseos e ilusiones donde plasmábamos grandiosos ideales para dejar huella y hacer la diferencia. Claro está que se trataba de sueños infantiles, lo cual no es obstáculo para intentar hacerlos realidad.
Es fundamental que todos sigamos atizando generosamente la leña a estas espontáneas quimeras infantiles, para que logren concretarse y transformar la realidad en que vivimos. No somos conscientes de cuántas personas pueden beneficiarse del más mínimo detalle que realizamos. Mucho se ha hablado del llamado “efecto mariposa”, que explica cómo un pequeño cambio en un sistema puede provocar enormes consecuencias en otro, porque “el aleteo de una simple mariposa puede provocar un tifón al otro lado del mundo”.
Esta fue la sensación que experimenté al recibir dos mensajes de facebook de una persona que vive en Guadalajara, a quien llamaré Nicolás Guillén (en homenaje al poeta y periodista cubano) para proteger su identidad. En el primero, decía: “Cuando estuve en el ejército, un amigo me prestó un libro tuyo “aprender a ser” cambió mi vida totalmente, pero ahora que quiero comprarlo, no lo encuentro por ningún lado”.
Conmovido, respondí su mensaje diciendo que con mucho gusto se lo hacía llegar si me indicaba el medio de enviárselo. En el segundo mensaje me proporcionó su dirección y número de teléfono, con las siguientes palabras: “De verdad?? No puedo creerlo, de verdad muchas gracias, el cambio total en mi vida fue gracias a tus sabias palabras!”.
Es claro que no me la creo, ni me dejo llevar por la soberbia. No me atribuyo el éxito de haber impactado determinantemente en una vida. Pero, de ser así, no fui yo, sino el Espíritu que sopla donde quiere (Jn 3,8).
Hagamos la diferencia, provoquemos el aleteo de la mariposa.
¿Hago la diferencia?
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