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@rodolfodiazf
“Cuando se quiere entender a un hombre, la vida de un hombre, procuramos ante todo averiguar cuáles son sus ideas”, escribió el filósofo José Ortega y Gasset en su obra Ideas y creencias, en 1934.
Y justificó su anterior aserción con la siguiente pregunta: ¿Cómo no van a influir en la existencia de una persona sus ideas y las ideas de su tiempo? La cosa es obvia”.
Sin embargo, él mismo aceptó cierta ambigüedad en los términos: “Con la expresión ‘ideas de un hombre’ podemos referirnos a cosas muy diferentes. Por ejemplo: los pensamientos que se le ocurren acerca de esto o de lo otro y los que se le ocurren al prójimo y él repite y adopta. Estos pensamientos pueden poseer los grados más diversos de verdad”.
Por eso, subrayó la especificidad de las creencias: “esas ideas que son, de verdad, "creencias" constituyen el continente de nuestra vida y, por ello, no tienen el carácter de contenidos particulares dentro de ésta. Cabe decir que no son ideas que tenemos, sino ideas que somos… la creencia es quien nos tiene y sostiene a nosotros”.
Y lo resumió más claramente: “Hay, pues, ideas con que nos encontramos -por eso las llamo ocurrencias- e ideas en que nos encontramos, que parecen estar ahí ya antes de que nos ocupemos en pensar”.
La filósofa chilena Carla Cordua prefirió englobar varios textos bajo el título “Ideas y ocurrencias”, en tres delimitadas partes: La batalla del sentido, Filósofos de cerca y Opciones, en donde analiza transdisciplinariamente el pensamiento literario y filosófico sin perder el rigor académico, acercándose a Conrad, Sartre, Wittgenstein, Cervantes, etc.
Lo traemos a colación porque cada día nos sorprendemos con mañaneras declaraciones, que como pendulan para un lado oscilan inmediatamente para el otro.
¿Me expreso con ocurrencias?