“Se trató, sin duda, de un esfuerzo importante que tuvo un periodo corto de vida, debido principalmente al hecho de que la imprenta en la que trabajaba decidió dejar de lado el proyecto, y el precio del papel se elevó a tal grado que el álbum se volvió prácticamente incosteable. Salvador Flores Rivera comenzó a editar, en 1949, una colección de decorosos y útiles cuadernos de 32 páginas que llamó El Álbum de Oro de la Canción. El precio de cada cuaderno era de sesenta y cinco centavos, y en ellos aparecían las canciones más gustadas de todos los tiempos. Circuló durante cuatro años, al lado del Cancionero Picot”.
Es justamente este episodio -de la creación del álbum- el que marcó definitivamente a Chava Flores y el que le abrió las puertas para incorporarse a las filas de compositores e intérpretes de aquella época pues, debido a su publicación, el trato con intérpretes y compositores fue despertando en él la vocación. La imposibilidad de continuar con el álbum lo orilló a buscar un nuevo campo de trabajo y, una vez que había conocido un poco más a fondo el ámbito musical, se percata de que su gusto por la música iba más allá del placer de escuchar y cantar, y comenzó a optar por crear sus propias canciones.
Se dio a conocer con la canción “Dos horas de balazos”. A esta canción sumó “La tertulia”, y ambas fueron grabadas por RCA Victor en 1952. Ese mismo año, se consolidó definitivamente con los temas “Peso sobre peso” y “La interesada”, el primero de los cuales tendría gran popularidad nacional al ser grabado por Pedro Infante. En esa época, Flores actuó en las carpas y cabarets de la ciudad, y ganó fama en el resto del país, en América Latina y en los Estados Unidos. Para 1976, había grabado ya siete discos de larga duración, y era dueño de la disquera Ageleste.
En 1983, se mudó a la ciudad de Morelia, Michoacán, donde tenía un programa de televisión y se le podía ver en los portales de la bella Morelia tomando café.
Su deceso fue a consecuencia de un paro cardiaco. En uno de los epitafios de su tumba, ubicada en el Panteón Jardín de la Cd. de México se lee: “Si volviera a nacer quisiera ser el mismo, pero rico, nada más para ver qué se siente”.