Rafael Morgan Ríos
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En el sexenio de Enrique Peña Nieto también se vivieron tiempos de crisis, pero la forma de enfrentarlos por el gobierno se caracterizó por el disimulo, la frivolidad y la corrupción. Así, ante el problema heredado pero en descenso de la delincuencia organizada y el narcotráfico, se modificó y debilitó la Policía Federal y nunca se exigió a los gobiernos locales que hicieran su parte, a pesar de que se les asignaron más recursos; más bien se decidió permitir al pueblo que se armara y defendiera creándose los “policías o guardias comunitarios” que complicaron más el problema de la inseguridad, pues en un momento dado los delincuentes se convirtieron en guardias comunitarios o los guardias comunitarios se hicieron delincuentes. Todo ello se agravó con el terrible suceso del asesinato de los estudiantes en Ayotzinapa que nunca pudo resolverse, pues los informes de las autoridades fueron insuficientes, contradictorios y en ocasiones falsos.
Los grupos de delincuencia se enfrentaron constantemente aumentando los delitos, principalmente los asesinatos, secuestros, extorsiones, etc., a los cuales se agregó el llamado “huachicol”, el robo de combustible de Pemex, rompiendo ductos y asaltando pipas, sin que el gobierno encontrara una salida, pues la corrupción que permitía esto se encontraba en el propio Pemex y en varias autoridades locales.
Peña Nieto perdió autoridad moral y credibilidad por la frivolidad con que se trató el problema de “la casa blanca”, cuyo origen de la propiedad no se explicó a satisfacción, pero que fue “exonerado” por el Secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, designado Secretario, precisamente para eso.
La crisis principal del sexenio fue el terremoto del 2017 que afectó seriamente a los ciudadanos de la Cd. de México, Guerrero, Oaxaca y otros estados, cuyas consecuencias también fueron manejadas con lentitud, disimulo y corrupción y hasta la fecha, todavía se encuentran edificios y casas destruidas, pero sobre todo, los niños muertos en las escuelas destruidas y muchos ciudadanos aplastados, todavía son casos no finiquitados o en tribunales.
Al Presidente Peña Nieto se le cayó la producción en Pemex, principalmente por la corrupción interior y por la falta de inversión en exploración y perforación de nuevos pozos; la producción de gasolinas apenas llegó al 35 por ciento de la capacidad de las refinerías por la falta de mantenimiento y reconfiguración oportunas y si se agrega la lamentable decisión de adquirir una planta en desuso para producir etileno a un precio exagerado, se puede concluir que si las crisis externas no fueron atendidas ni pronto ni bien, las crisis provocadas por el propio gobierno se caracterizaron por la corrupción y la frivolidad.
Así, el actual Presidente López Obrador se queja de que “le dejaron un país hecho pedazos”, aunque les echa la culpa a los anteriores gobiernos panistas y poco menciona las culpas, errores y excesos del Presidente Peña Nieto.
Ahora, en sólo 15 meses se tienen varias crisis, comenzando por el desorden en el manejo de los recursos públicos en los programas sociales, pues para financiarlos requirieron recortes y subejercicios en salud, ecología, investigación y sobre todo en inversión pública, con lo cual se frenó la economía y el empleo. Además se inició un proceso de descalificación de la iniciativa privada que dejó de invertir agravando más la situación económica.
Decisiones de inversión sin proyectos ejecutivos y estudios de viabilidad económica como la refinería Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya, han mandado mensajes de falta de criterio y conocimiento de la economía pública, a lo cual habría que agregar la cancelación del aeropuerto de la Ciudad de México, perdiendo miles de millones de pesos, así como las decisiones de querer “resucitar” a Pemex con recursos públicos millonarios, han conducido a una situación de casi una recesión económica.
A todo lo anterior habría que agregar el problema de los migrantes, provocado por el Presidente, a quienes primero se les abrió la frontera y después ya no se encuentra la manera de detenerlos y de devolverlos a su país y todo ello acompañado de una vergonzosa posición frente al Presidente Trump que amenaza con aranceles, con un muro de tres mil kilómetros y obligándonos a dedicar la Guardia Nacional a controlar la migración. Agregue a esto la rebelión de las mujeres y ahora, las crisis de la pandemia del coronavirus y el desplome histórico de los precios del petróleo.
¿Tenemos el Presidente adecuado para manejar estas crisis?