Tranquilos todos, AMLO dará perdón
En una ocasión, siendo Genaro García Luna el Secretario de Seguridad Pública durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, un alto funcionario del área policiaca del equipo del entonces Mandatario estatal Jesús Aguilar Padilla le preguntó la razón por la que el Gobierno federal realizaba pocos o nulos operativos contra Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera e Ismael “El Mayo” Zambada García, los dos jefes más emblemáticos del poderoso Cártel de Sinaloa.
“Zambada es un narco puro, no se dedica a otras actividades criminales ni crea focos de conflicto en el País. El anda en lo suyo nada más y, además, es un factor de interlocución con otras organizaciones del tráfico de drogas ilícitas”, explicó quien en ese tiempo era el poderoso Policía del calderonismo.
—¿Y “El Chapo”? —inquirió el colaborador de Aguilar Padilla.
García Luna cambió de conversación para sacarle la vuelta al tema. En ese tiempo, por allá en 2008, Guzmán Loera era prófugo de la justicia después de que a menos de dos meses de que inicio del periodo presidencial de Vicente Fox “escapó”, el 19 de enero de 2001, del penal de Puente Grande, Jalisco, logrando rehacer su narcoimperio en 13 largos años de libertad (los dos sexenios panistas) ya que fue recapturado hasta el 22 de febrero de 2014, en el sexenio de Enrique Peña Nieto, en una torre de departamentos de Mazatlán.
El ahora acusado ex titular de la SSP federal, que enfrenta cargos en Estados Unidos por recibir sobornos de la célula del narco que encabeza Guzmán Loera, presumía conocer como las palmas de sus manos la estructura y operación del Cártel de Sinaloa, a la cual consideraba el paradigma de lo que debían ser las corporaciones mexicanas del negocio de las drogas ilícitas.
García Luna acuñó en el período 2006-2012 la declaratoria de guerra contra toda amenaza a la seguridad nacional procedente del crimen organizado. De presentar pruebas en su contra la justicia estadounidense, se harán públicos los tratos, intermediarios y favores comprados por Guzmán Loera y nuevamente saldrá a relucir la participación de ex servidores públicos tanto de México como de Sinaloa.
Es decir, de ser cierta esa radiografía que García Luna dijo poseer del Cártel de Sinaloa significaría que es un informante valioso tanto para la Casa Blanca como para el nuevo régimen, el de la Cuarta Transformación que preside Andrés Manuel López Obrador. Es la caja de pandora de la narcopolítica donde se guardaron los secretos de los doce años durante los cuales el Partido Acción Nacional ocupó la Presidencia de la República.
Por otra parte, la Corte que lleva el caso en país vecino estaría ventilando más información de la ya sabida conexión entre política y narcotráfico, mientras el Gobierno de México continuará en la tesitura de perdonar delitos del pasado, condonación que mantiene tranquilos a aquellos que en Sinaloa u otras partes del territorio nacional colaboraron con Guzmán Loera, seducidos o intimidados por el narcoimperio del capo. Hay que ver cuántos criminales se benefician con los indultos que prepara AMLO.
López Obrador prefiere calarse en el papel de encantador de serpientes, antes de que las víboras que torea le piquen todas al mismo tiempo. Echarse encima a tres ex presidentes (los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón, así como el priista Enrique Peña Nieto) no está en los planes del político de Macuspana. Cuando en México se abran las rejas para encarcelar a un ex Mandatario nacional irán en fila a prisión, con la menor motivación, los anteriores, los actuales y los próximos.
Los ciudadanos le exigen a AMLO la estricta y enérgica aplicación de la ley sin la mínima concesión de impunidad. En tanto, Estados Unidos busca un impacto político con la detención de García Luna, que levante la campaña reeleccionista de Donald Trump, y lo más probable es que lo designe testigo protegido para quedarse con toda la información que aquél tiene y utilizarla contra México cuando lo considere estratégicamente oportuno.
La filosofía que García Luna aplicaba en la interpretación y desentendimiento del Gobierno de Calderón frente al Cártel de Sinaloa, que es la misma que se ha manejado en las tantas series divulgadas mediante los servicios de video por streaming que presentan a Joaquín Guzmán construyendo el más grande imperio del narco y a Ismael Zambada como factor de equilibrio en el potente consorcio de las drogas ilícitas, les lava las culpas a los presuntos implicados en la narcopolítica.
Pueden seguir en paz. Trump ocupa este escándalo para los fines que considera electoralmente convenientes y López Obrador ha decretado no meterse con los delitos pretéritos. “No nos metamos en eso, vamos mejor a ver hacia adelante. No es mi fuerte la venganza, quiero que la justicia vaya hacia adelante y lo mismo en el ejercicio del poder público. Ya lo pasado, pasado”, dijo en la conferencia mañanera del 27 de septiembre.
Reverso
Sin pena alguna probó La Tuna,
Cada vez que tuvo ocasión,
¿Y no se espinó García Luna?
¡Es que se la peló Calderón!
¡Chanfle!
Un elemento de la Guardia Nacional es señalado como presunto culpable de asesinar e incinerar el cadáver de su padrastro, mientras los operativos de la Secretaría de Seguridad Pública del Gobierno de Sinaloa generan desconfianza porque llevan la corrupción como estrategia de los retenes y volantas. Y aquí seguimos, igual que al principio, preguntándonos como en El Chapulín Colorado: y ahora, ¿quién podrá defendernos? Y la única que puede respondernos es La Chimoltrufia que igual dice una cosa hoy y mañana nos sale con otra muy distinta.
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