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Cíclicamente se producen crisis en el mundo. Conflagraciones de pronósticos reservados brotan en muchos lugares del planeta, por ello la humanidad vive en una condición extremadamente frágil. Se puede decir, en medio de estos vientos guerreristas que soplan a menudo, que incluso la paz prevaleciente en nuestros pueblos, tradicionalmente pacíficos, es endeble y no debería ser así.
Hasta nuestro continente llegan los estertores de los peligros que entraña una hecatombe en el mundo de proporciones impredecibles. Las consecuencias que pueden entrañar una confrontación mundial serían apocalípticas. Son fantásticos los adelantos que se han logrado en la industria bélica, increíble el desarrollo alcanzado en ese campo por las potencias mundiales. Lo que predecía Albert Einstein: una nueva conflagración global sería el fin de la civilización, es ahora una certeza. Lo prioritario es conjurar los peligros de una crisis mundial de alcances dantescos. Pensemos con fuerza que la paz se imponga sobre los peligros de una confrontación global.
Confiamos que la paz prevalezca y la humanidad sea cada vez menos frágil frente al peligro bélico. Nadie desea que se ponga en peligro a la humanidad entera. Esperamos, en esta época de comunicación global, de fraternidad universal, que la humanidad siga su marcha ascendente en la búsqueda de establecer una paz duradera en todos los confines del mundo.
Nuestro país es ferviente amante de paz y la concordia entre las naciones. Tal ha sido nuestro ideario a través de los tiempos, sin ninguna duda; hemos postulado la paz y la concordia entre los pueblos de todos los continentes y seguimos, cada vez con mayor fuerza, en esa lucha, haciendo un frente unido con todos los pueblos del mundo, sin variar un ápice en ese el camino. Nuestro pueblo siempre ha luchado por la paz y jamás por la guerra.
En la presente coyuntura histórica que vive nuestro país, el actual gobierno postula, sin titubeos, la paz ante las asechanzas de una confrontación bélica en el mundo. Nuestro país postula la paz como un derecho de los pueblos, en todos los foros mundiales. México se destaca en esta lucha por la paz y por la búsqueda de salidas políticas entre las partes beligerantes. La humanidad entera proclama la paz como única vía para resolver las controversias.
En México estamos, con entusiasmo, resolviendo nuestros problemas domésticos, para lograr un desarrollo de beneficio social estable y duradero, en bien de nuestro pueblo. Afortunadamente, hay innumerables indicadores que auguran un promisorio futuro para nuestro país, confiamos en seguir sembrando riqueza social en el país, construyendo megaobras, así como seguir rescatando nuestra industria energética y ponerla a funcionar bajo un modelo de desarrollo sustentable. Para esa magna obra de regenerar al país necesitamos un mundo estable, en paz.
Nuestro pueblo ha entendido cuál es su camino para superar el subdesarrollo que nos tenía atenazados. Por eso, con entusiasmo y con pasos seguros, se apresta a alcanzar un porvenir que traiga progreso a todos los habitantes (y no sólo a un grupito de cleptócratas) de esta gran nación. En manos de los ciudadanos radica el futuro halagüeño que nos espera, y lo vamos alcanzar, de eso estamos ciertos. En corto tiempo, el país ha retomado su camino de progreso para todos, no para unos cuantos. Ante esto, no vemos en el futuro próximo elementos capaces de entorpecer ese camino de cambio que por decisión de los ciudadanos ha emprendido el gobierno actual, con el apoyo mayoritario del pueblo, que ha dicho basta y se ha echado andar. Nuestra gran nación marcha inhiesta, convencida que con democracia y bienestar un futuro mejor nos espera a todos.
El ejercicio de política ha dado un vuelco de 180 grados y consiste en su apego a los intereses de los ciudadanos, que su función gire en esa línea es fundamental. Los políticos del pasado nunca más van a volver a contar con el apoyo de los ciudadanos, eso se acabó, no más políticos demagógicos y corruptos, la democracia es una realidad en México.
Lo hemos venido reiterando: nuestro pueblo marcha convencido en su porvenir. Tiene la certeza que, con gobiernos buenos, que busquen el progreso de los ciudadanos, construiremos un mundo más fraterno y justo en todos los sentidos.