Así como un copo de nieve repite su forma en cada una de sus ramificaciones, la violencia en México -y en Sinaloa particularmente- parece multiplicarse de manera inquietantemente parecida. No importa si miramos una colonia, una ciudad o el estado completo: el patrón se repite.
En lugar de desvanecerse, los hechos violentos tienden a reorganizarse, como si crecieran con sus propias reglas. ¿Qué lógica sigue una violencia que, lejos de agotarse, parece replicarse?
Imaginemos observar un conflicto como si tuviera un zoom infinito. Veríamos repeticiones: tiroteos que siguen a otros tiroteos, municipios que repiten historias similares, cifras que se repiten en distintos momentos. Los científicos llamamos a esto un patrón fractal.
Un fractal es una forma que se repite a distintas escalas, mostrando la misma estructura en lo grande y en lo pequeño. Vemos fractales en la naturaleza -desde huracanes hasta sismos- donde los patrones grandes se reflejan en formas más pequeñas. En todos ellos, lo pequeño imita lo grande, y lo grande puede estar oculto dentro de lo aparentemente mínimo.
La violencia sigue esa lógica. Hay semanas particularmente malas, seguidas de otras igual o más intensas. No es casualidad. Son eventos que tienden a agruparse en el tiempo, que se alimentan de sí mismos.
En Sinaloa, por ejemplo, los registros de homicidios muestran que, desde septiembre de 2024, el número de asesinatos se disparó, llegando a su pico en octubre con más de 180 homicidios dolosos en un solo mes. Desde entonces ha bajado un poco, pero se ha mantenido lejos de los niveles considerados “normales”.
¿Cuándo terminará la violencia o bajará a niveles mínimos? Para responder, no basta con modelos tradicionales. A diferencia de los fenómenos que se rigen por una curva normal o gaussiana, donde la espera disminuye conforme pasa el tiempo, los patrones fractales muestran que la criminalidad tiende a extenderse y repetirse. Por eso, entenderla como un fractal cambia por completo la forma en que estimamos su duración.
La forma en que los fractales pueden ayudarnos a entender y estimar fenómenos como la duración de la violencia es a través de la probabilidad.
Los fractales describen sistemas complejos que repiten su forma en diferentes escalas. Esa propiedad -llamada autosimilitud- se relaciona con un tipo especial de distribuciones llamadas de cola larga (o heavy-tailed, en inglés). Con ellas, podemos calcular cuánto tiempo más podrían durar los episodios violentos con base en el tiempo que ya ha pasado.
Es una forma distinta de pensar: aquí, el pasado no acorta la espera, la prolonga. Y entre más ha durado, más probable es que continúe.
Para estimar cuánto tiempo más podrían durar los episodios de violencia en nuestra región, realizamos un ejercicio basado en un modelo de cola larga, usando la distribución de Pareto del primer tipo para un valor de alpha igual a 1.3, con la cual calcularemos el tiempo esperado adicional condicional (mean excess time, en inglés).
Los resultados son contundentes: si ya han transcurrido siete meses, podrían restar dos años más. Si llegamos a nueve, la duración total estimada se extiende hasta más de dos años y medio. Y si alcanzamos los 12 meses acumulados, el modelo proyecta al menos tres años más.
Romper con un patrón fractal no es sencillo. Requiere acciones a distintas escalas: operativos en zonas focalizadas, pero también cambios en la estrategia estatal y federal. Además, implica alterar las condiciones que permiten que la violencia se replique: impunidad, pobreza, corrupción.
Hay ejemplos que dan esperanza. En Sinaloa, se han implementado operativos para garantizar la seguridad por las noches. Durante las vacaciones, las autoridades refuerzan la vigilancia en zonas turísticas para proteger a visitantes y residentes.
No son soluciones mágicas ni instantáneas, pero muestran que, con acciones sostenidas y coordinación, sí es posible contener -y eventualmente revertir- la dinámica de la delincuencia.
Entender estos patrones no significa resignarse. Al contrario, nos da un mapa para actuar distinto. Reconocer que la violencia no desaparece sola, ni de forma predecible, es el primer paso para romper con su repetición.
Actuar con conocimiento, con estrategia y con paciencia es lo que puede cambiar el rumbo. Los fractales no se deshacen con soluciones rápidas, pero una sociedad que entiende cómo se multiplican los problemas puede aprender a contenerlos -y finalmente, a resolverlos.