Felicidad de oropel

    rfonseca@noroeste.com / rodifo54@hotmail.com
    El oropel era una antigua lámina de cobre o de latón que se usaba para adornar escudos en el Siglo 13, y que por su brillo semejaban ser de oro. Lógicamente, en ocasiones se pretendía hacer pasar esos finos trabajos de orfebrería como si fueran de oro; los más incautos caían en las garras de aquellos voraces estafadores y usureros.

    Últimamente han surgido muchos libros de autoayuda que supuestamente proporcionan las claves, pasos, rutas y procedimientos para alcanzar la felicidad. Sin embargo, muchas veces se trata de una felicidad falsa, torpe, esquiva y ficticia; una burda felicidad disfrazada con ropajes de seda y oropel.

    El oropel era una antigua lámina de cobre o de latón que se usaba para adornar escudos en el Siglo 13, y que por su brillo semejaban ser de oro. Lógicamente, en ocasiones se pretendía hacer pasar esos finos trabajos de orfebrería como si fueran de oro; los más incautos caían en las garras de aquellos voraces estafadores y usureros.

    Eso mismo está aconteciendo actualmente con los mercaderes de una barata felicidad; pues, como dice, el filósofo español José Carlos Ruiz, nos han orillado a ser felices por obligación o por imitación: “Nos han sugestionado para sentirnos felices, pero ojo, que sentirnos felices no es lo mismo que serlo. Porque esta tiranía parte de una concepción interesada sobre una felicidad sentimental, emocional y ligera, algo instantáneo y fácil de adquirir. Nos han convertido en drogodependientes emocionales”.

    Esta felicidad postiza, añadió, nos “espolea a tener nuestras listas para que vayamos verificando cada una de las dosis que consumimos: restaurantes de moda, viajes que no te puedes perder, el último gadget que acaba de salir al mercado, esas clases de zumba-yoga-boxing que son geniales, las sesiones de mindfulness, celebrar un brunch los viernes, tatuarse, ser hípster, maratoniano vegano”.

    La oferta es tan amplia, señaló, que el sistema nos mantiene enganchados a una febril hiperactividad e hiperconsumo, de manera que teje una inmensa red que nos atrapa irremediablemente. Lo único que nos puede librar de esta vorágine, apuntó, es alentar el pensamiento crítico y mantener encendida una profunda reflexión.

    ¿Persigo una felicidad de oropel?