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"OBITER DICTUM"

"Federalismo de quinta"

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ANTE NOTARIO

    fernando@garciasais.mx

     

    Copiar no es malo, per se, pero sí cuando se copia mal. El primer constituyente del México independiente, en 1824, entendió mal la noción estadounidense de “Estados Unidos de América”, que tuvo como origen la adquisición de soberanía de las 13 colonias cuando en 1776 se separaron de Inglaterra. Ahí cada estado sería independiente (con todas sus implicaciones) de los demás. Pero, por la visión de Washington, Hamilton y Madison, esos estados quedarían en una “unión” para evitar ser reconquistados por potencias extranjeras, entre otras cosas.

    Nosotros, con la Constitución de 1857, en lugar de trabajar para la consolidación del federalismo, más allá de decir expresamente que los estados son libres y soberanos, con el único afán de lograr cierto grado de gobernanza, se optó por violar la ley. Los estados no han logrado, quizá cínicamente, ser libres y soberanos. El hábito no hace al monje.

    La Constitución actual contiene una regla fundamental, para la operación adecuada del federalismo. Con esa idea de libertad y soberanía, la Ley dice que todas aquellas facultades que no se otorguen de manera expresa a la federación serán exclusivas de los estados. Ello implica que las facultades de la federación son residuales, habiendo que consultar qué fue lo que se le dejó. En ese sentido hemos asistido, históricamente, a un proceso de extirpación de facultades estatales para que la Federación se vaya encargando de más tareas.

    Que la Federación se encargue de temas no es malo, el problema reside en el sometimiento que ello puede producir. Si originariamente, como dice Diego Valadés “los estados son titulares originarios del poder de decisión más amplio y que a la Federación sólo le corresponden las facultades que de manera expresa le son otorgadas por la Constitución”, hoy parecería que es al revés.

    Efectivamente, el Artículo 73 de la Constitución ha sido reformado en 82 ocasiones. Ese precepto es el que asigna temas a la Federación a través del Congreso de la Unión. Mientras más crece el 73 más decrecen los estados. No hay artículo tan retocado, permítaseme el trágico eufemismo, que el 73.

    Copiamos, en suma, muy deficientemente el sistema constitucional estadounidense. Allá “el federalismo permitió corregir el proceso fragmentario generado por la inicial confederación, y funciona además como un importante mecanismo de control para evitar la concentración excesiva de poder por parte de los presidentes” (Valadés). De instrumento para el control de los presidentes se convirtió en vehículo para el control, precisamente, por los presidentes.

    Unificar facultades en la Federación se ha antojado como una solución de fácil acceso. El costo para la democracia y las libertades es espeluznante. La falta de profesionalización de las autoridades locales (municipales y estatales) y la displicencia del trabajo legislativo y judicial producen, inevitablemente, que alguien tome decisiones que a veces son atentatorias de los derechos y de las libertades.

    Recientemente hemos visto cómo todas las autoridades, sin tener atribuciones, han tomado decisiones fragmentadas para contender contra la epidemia del Covid-19. Es plausible que se tomen acciones positivas para proteger a la ciudadanía, pero lo sería en mayor medida si estuvieran coordinadas y en un marco de respeto a la Constitución.