Falta de trabajo, pobreza, malos gobiernos, persecución política o religiosa... Los motivos para que las personas abandonen sus países para desplazarse a un mundo y territorio nuevos son variados. El trayecto para llegar a su destino los expone a peligros, enfermedades y riesgos de explotación o tráfico. Y luego, arriban con intenciones de volver a empezar, sobrevivir y, con suerte, ser acogidos por el país en el que pusieron sus esperanzas de un mejor futuro.
El mundo está recibiendo una cifra histórica de solicitudes de asilo de migrantes provenientes de países sudamericanos, africanos, de Europa del este y Asia. La Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar) confirmó que, de enero a octubre de 2021, México recibió 108 mil 195 peticiones, el mayor registro histórico. No obstante, la Comar únicamente ha resuelto 31 mil 787 casos.
Quienes vienen buscando asilo enfrentan peripecias que en ocasiones llegan a ser fatales, como el accidente ocurrido en Chiapas, donde 55 personas fallecieron tras el choque del camión que transportaba de manera clandestina a más de 160 migrantes de Guatemala, Honduras, Ecuador y República Dominicana.
La falta de resolución de los problemas que ocasiona la diáspora de los pueblos centroamericanos hacia el norte requiere de inmediata atención. El accidente debe ser señal de alarma para que las autoridades de cada nación atiendan la precaria situación en la que viven los habitantes de estos países y que los obliga a migrar por necesidad y no por voluntad.
Las medidas que algunos gobiernos han implementado para frenar las olas de migrantes en ocasiones generan mayores riesgos para quienes se trasladan a otros países. Un ejemplo es la iniciativa del ex Presidente Donald Trump, “Quédate en México”, que promovió un despliegue de fuerzas armadas en las fronteras y forzó a los extranjeros a esperar en México mientras se tramitan sus solicitudes. La consecuencia: los migrantes optan por rutas más peligrosas y la situación se vuelve más grave.
Otro factor alarmante es la xenofobia latente en las poblaciones receptoras. En países, como Chile y España incluso se han hecho marchas de discriminación al considerar al migrante como un “invasor”. La falta de humanidad y empatía se convierte entonces en un obstáculo más.
La semana pasada, la caravana migrante procedente de Centroamérica arribó a la Ciudad de México. Su paso y estadía, aún sin definir temporalidad, estará marcada, de acuerdo con las instrucciones de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, por la hospitalidad y el respeto a los derechos humanos.
Una ciudadanía receptiva, solidaria y comprometida se manifiesta en las garantías de seguridad y trato digno a quienes han tenido que abandonar sus países por necesidad. Es labor de los gobiernos de procedencia atender y dar solución a las causas de la diáspora.