Lo primero es despedirme de ustedes, amables lectoras y lectores: hoy ofrezco la última entrega de esta
Ágora. Razones personales y profesionales me llevan a tomar esta decisión. Agradezco al eficiente equipo editorial de
Noroeste y especialmente a Adrián López Ortiz, su talentoso Director, su hospitalidad en estas páginas. Como ya lo hice en otra etapa con la columna
Fin de siglo en este mismo diario, si la vida me alcanza espero volver en un tiempo razonable a tomar la pluma y exponer mi opinión sobre los asuntos de la región, el país y el mundo. Bien lo decía el admirado
Toñico Pineda, que algo sabía de periodismo: “cuando esa víbora pica, no hay remedio en botica”.
Esteban Illades, escritor y periodista, colaborador de
Milenio y editor de la revista
Nexos, ha publicado un libro con un sugerente título,
Fake News. La nueva realidad (México, Grijalbo, 2018). Y se trata ciertamente de una nueva realidad con todas sus letras. Si al momento en que usted ojea estas líneas la Ciudad de México no ha sido devastada por un monstruoso sismo de 8.7 grados Richter, con epicentro en las costas de Guerrero, esa noticia que circuló profusamente por las redes sociales habrá sido un ejemplo reciente, seguramente no el último, de una
Fake New (
https://www.elsoldemexico.com.mx/sociedad/se-aproxima-terremoto-de-8.7-grados-no-te-dejes-enganar-aqui-la-informacion-1014135.html ).
Como dice la pegajosa cantinela de Tito Rodríguez, las
Fake News llegaron ya, y llegaron bailando chachachá… y cualquier otro ritmo: las
Fake News llegaron para quedarse. El razonamiento que subyace al ensayo que Illades nos ofrece es muy sencillo y al mismo tiempo enormemente significativo: no que las
Fake News no existieran antes, sino que ahora están en todas partes y nos avasallan de mil maneras y por mil vías. De hecho, ahora mismo recuerdo aquella afirmación del gran Marc Bloch, cuando a propósito de sus hallazgos en el clásico
Los reyes taumaturgos (1924), escribía: “El ‘milagro real’ de la historia es que hemos creído en las más grandiosas y falsas noticias”.
Lo novedoso es que ahora las mentiras son profusas y se diseminan con una eficacia jamás vista. Sin duda, las redes sociales son su mejor conducto, pero ocurren de muchos otros modos; seguirán existiendo, por ejemplo, las
Fake News más “artesanales”, del estilo de aquella versión de Frida Sofía atrapada entre los escombros del Colegio Rébsamen, y cuyo develamiento nos hizo perder una emoción y ganar una leyenda fantasmal.
Nuestro problema, hoy en día, es mayúsculo porque, como lo documenta Esteban Illades, las mentiras ya no son producidas sólo por la propaganda política o los ardides publicitarios, las
Fake News tienen que ver con Trump, el Brexit, Cataluña o las campañas electorales en México, con los productos milagro o las patologías personales, y tienen que ver también con una subcultura que ha cambiado nuestros hábitos de percepción. Ya no se trata de que la palabra se retraiga ante el poder de la imagen; se trata de que la palabra, la imagen, la tonada musical se han puesto al servicio de lo que sea, cada vez más de una manera incontrolada y, lo que es peor, incontrolable (¿quiénes son los
hackers rusos detrás de las elecciones en medio mundo?, ¿son deveras rusos esos propagadores de
Fake News?).
Si algún futuro tienen los hechos, si algún futuro tiene la verdad, tendrá que forjarse desde las nuevas luchas de la historia y del buen periodismo, desde las batallas que tendrá que librar la palabra de la cultura clásica. Valdrá la pena, en principio, preguntarnos con George Steiner si la
écriture misma, el arte clásico, la posibilidad del diálogo racional y sustentado tendrá algún futuro, y cuál será ese futuro.
Entre tanto, tengamos muy presentes las palabras de Benito Juárez, esas mismas que sirven de epígrafe al libro de Esteban Illades: “El problema con las citas que uno encuentra en internet es que la mayoría no son ciertas”.
@RonaldoGonVa