Fábricas y escuelas en la pandemia

DESDE LA CALLE
    El cierre de las escuelas trajo diferentes problemáticas; una importante está en el incremento de la brecha de preparación entre estudiantes de educación pública en relación con estudiantes de las privadas.

    En febrero del año pasado recibimos con preocupación las noticias sobre los primeros infectados de Covid-19 en nuestro país. La pandemia global estaba en casa y generaba incertidumbre. Muchas voces se aventuraron a realizar pronósticos, algunos más catastróficos que otros. Se hablaba con preocupación de los decesos, y también de las afectaciones a la economía; la vida rutinaria de las personas cambiaría para siempre, sentenciamos. Más allá de las estimaciones, pasó que algunos sectores y grupos sociales se adaptaron a esta nueva normalidad mucho mejor que otros. Al respecto, en estas líneas hablaré de las fábricas y las escuelas.

    La economía mexicana, como otras, tuvo severas afectaciones. Se perdieron empleos, aumentó la deuda pública y cayeron las actividades industriales y de servicios en un -8 y -2 por ciento (datos del Inegi). No obstante, estas cifras reflejan la actividad en el confinamiento durante el segundo trimestre del 2020; hacia el cierre del mismo, todas las actividades habían regresado a esquemas más o menos habituales, o se adaptaron a la “nueva normalidad”. Como evidencia podemos apuntar a los datos en el empleo: entre abril y mayo del año pasado, los registros muestran que 12 millones de personas salieron de la Población Económicamente Activa; esto es: dejaron de trabajar. No obstante, para diciembre los números revelaron que 9.5 millones de personas en esta población se habían reintegrado a las labores.

    La pandemia trajo consecuencias casi insospechadas para ciertos sectores. Por ejemplo, el de la producción industrial. Durante marzo y abril del 2020, algunos analistas pronosticaron que el sector automotriz, el que más aporta al PIB industrial en el país, tendría una caída sustancial porque se reduciría la demanda de automóviles. Activistas de la movilidad sustentable, incluso también ciertos economistas, creyeron estar ante la llegada de nuevas formas de trasladarse, unas mucho más sustentables. Efectivamente, el uso de la bicicleta incrementó durante esos meses y la demanda de automóviles presentó una caída, pero sólo para dar un respiro temporal al planeta. Hacia el 2021, la demanda de coches de nuevo recuperó su rumbo; incluso, la empresa Toyota, que se promociona como el líder mundial en ventas de autos, presume un beneficio neto de casi 900 mil millones durante los primeros meses de este año y una rápida recuperación.

    Desde el Observatorio Universitario de Negocios Internacionales en la ENES Juriquilla tuvimos la oportunidad de charlar con algunos ejecutivos del sector automotriz en el Bajío. Representantes del sector nos relataron sus experiencias ante el Covid, y cómo sus instalaciones prácticamente sólo estuvieron cerradas unos cuantos días. Las principales afectaciones de la industria están en la escasez global de chips semiconductores. La compra masiva de aparatos electrónicos en línea, entre otras prácticas pandémicas, afectó las cadenas de suministros ocasionando problemas en esta y otras industrias. No lo esperaban, ahora enfrentan este aprieto, aunado a los retos por transitar a la producción de autos eléctricos, proyecto en el que ya desde hace tiempo tienen presiones importantes pero avanzan firmes.

    Con todo y contratiempos, la producción industrial se recupera y adapta. Así también el sector terciario, quizás el más golpeado por la pandemia. Se prevé una recuperación “lenta y sostenida” de los servicios para este año, según declaraciones de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco). El avance en la vacunación ha contribuido en la reactivación económica, entre otras medidas que tienen que ver con las decisiones de los industriales y de algunos gobiernos locales; sin embargo, ciertos grupos de la población no han avanzado hacia un “ritmo saludable”, y la adaptación más bien se ha convertido en desesperación. Entre muchos, mencionaré a las madres trabajadoras y sus hijas e hijos.

    La participación de las mujeres en la vida laboral se redujo durante el 2020 y poco se ha recuperado. Esto, además, corresponde con las medidas sanitarias que desde entonces mantienen cerradas las escuelas. Mientras las fábricas reciben personal, y los comercios abren sus puertas a quienes consumen, la niñez debe quedarse en casa bajo el cuidado de alguien más. Debido a los roles de género, estas personas cuidadoras principalmente son mujeres: madres y/o abuelas.

    El cierre de las escuelas trajo diferentes problemáticas; una importante está en el incremento de la brecha de preparación entre estudiantes de educación pública en relación con estudiantes de las privadas. Mientras que estas últimas se adaptan con técnicas creativas para mantener los aprendizajes a distancia más o menos en ritmo, en la enseñanza pública, sobre todo en sectores marginados, las limitaciones han superado a la capacidad resiliente de docentes y familias. Es evidente el hartazgo del magisterio, estudiantes y familiares; quienes comenzaron la pandemia escuchando clases en televisión, enviando evidencias por WhatsApp, usando el internet del vecino, a la larga terminaron por desistir. La niñez va a todas partes, menos a las escuelas.

    Otra de las problemáticas está en los riesgos que enfrenta la niñez en sus casas, el lugar donde sufren violencias la mayoría de las víctimas menores de edad. Las escuelas son entidades donde este grupo de la población tiene contacto directo con las instituciones; desde ahí se pueden detectar omisiones en el cuidado y acercar programas de protección y de salud. También reciben información para la salud sexual y reproductiva; en gran parte de los casos, es el único lugar donde tienen acceso a información confiable.

    Sabemos que Delta ha cobrado la vida de menores en Sinaloa. Y es por tal que el panorama para el regreso a clases se torna incierto. La esperanza está en el avance de la vacunación y en la actuación de las instituciones para propiciar condiciones más seguras frente al aumento de contagios.

    Las fábricas y comercios abiertos son vitales para la economía. Las escuelas abiertas son vitales para nuestro futuro; sobre todo si aspiramos uno más equitativo y pacífico. Necesitamos mujeres en las actividades laborales, aportando desde diferentes perspectivas. También necesitamos a la niñez en las escuelas.