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Hay momentos en que transitamos de una emoción a otra, que oscilamos radicalmente entre la alegría y la tristeza. Sin embargo, no siempre el contraste es tan acentuado como en una situación emocional transitoria; hay etapas que son estables y con disposición prolongada. A esto se le llama estado de ánimo.
La palabra estado remite, ya, a una situación permanente, aunque su temporalidad no sea demasiado extensa. Además, el término indica que no requiere ser activado o motivado por una específica emoción o estímulo, sino que se trata de una disposición más estable y perdurable.
Es claro que el estado de ánimo también puede sufrir el acoso de algún trastorno o patología, como pueden ser el trastorno bipolar o la depresión, pero no necesariamente se llega a estas alteraciones a través de un bajo estado de ánimo.
No obstante, si se mantiene un elevado estado de ánimo, se hace llevadero cualquier acontecimiento desagradable o que no cumpla con las expectativas, ya que la actitud interior es más importante que cualquier estímulo externo. Por eso, el filósofo español Fernando Savater, en El contenido de la felicidad, señaló que uno puede gozar de emocionantes aventuras y disfrutar de sorprendentes paisajes, aunque no se desplace físicamente.
“La más audaz de las travesías, el descubrimiento del más exótico de los paisajes, la más remota de las peregrinaciones no pueden proporcionarnos nada distinto a un estado de ánimo… Pero la inversa es cierta: algunos de los estados de ánimo más perturbadores no se deben a ningún viaje espacial ni a ningún enfrentamiento con enemigos exteriores. Si falta el estado de ánimo adecuado… no habrá heroísmo ni aventura, aunque el sujeto se pase la vida correteando de león en león y de océano en océano”.
¿Mantengo un elevado estado de ánimo?