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El quijote nunca pasará de moda. Su ideal jamás perderá vigencia, porque se trata de una lucha desinteresada por dignificar al hombre. Se podrá objetar que eran desvaríos de un hombre enfermo y alucinado; sin embargo, aún se sigue considerando así al ser humano que, sin medir consecuencias, reparar en sacrificios ni hacer cálculos egoístas, se entrega generosamente a una causa.
En efecto, parece loco quien se ofrenda a nobles causas sin perseguir ganancia, pues sabe que cosechará solamente desprecio, maltrato y persecución. Bien dijo León Felipe: “Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto y ... ni en España hay locos. Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo”.
¿Cómo definir al quijote? Miguel de Unamuno precisó las características de este caballero de la triste figura: “Grave, no pesimista, luchador, resignado, impávido ante el ridículo, hombre de voluntad, más espiritual que racional”.
Antonio Machado indicó: “¿cuál es la ventaja de tener espíritu quijotesco?, algún día habrá que retar a los leones, con armas totalmente inadecuadas para luchar con ellos. Y hará falta un loco que intente la aventura. Un loco ejemplar”. Y refrendó: “Locos necesitamos, que siembren para no cosechar, cuerdos que talen el árbol para alcanzar el fruto, abundan, por desgracia”.
Sí, hacen falta locos con espíritu quijotesco en nuestro mundo actual. En 2013, el príncipe Felipe (actual Rey), subrayó: “El hidalgo manchego no es un trastornado, víctima de los desvaríos de sus lecturas, sino un iluminado que recorre el mundo sublimando el sentido de su lucha por un ideal: hacer justicia, proteger al desvalido, amoldar su vida al pensamiento. En definitiva, por una utopía, sí, pero también por una esperanza que debe ser vivida como bandera y norma de conducta”.
¿Emulo al quijote?