Es lo que hay

    La oposición está actuando como debe: oponiéndose al gobierno, sobre todo en temas tan sensibles como una reforma electoral a menos de dos años de una elección, y de la situación jurídica de una institución que, aunque por ahora no sirva, puede llegar a ser la base de una policía nacional única y civil.

    Me gustan las cuentas que saca Leo Zuckerman. Donde la oposición fue en alianza, ganó dos y perdió dos: salió tablas. Donde se presentó dividida bateó, de dos, cero: desastre. Se podría agregar que si en Tamaulipas hubiera ido Va por México con Movimiento Ciudadano, prácticamente se empataba la elección. De nuevo, podemos eternizarnos en la discusión sobre si la transferencia de votos hubiera sido completa por el simple hecho de ir juntos, o si el voto útil asegura el mismo efecto, o si el agua y el aceite, etc... Podríamos tal vez convenir muchos que es más probable la suma casi completa de votos de oposición si todas las cúpulas la piden (incluyendo a Dante y a Alito), a que si van dispersos...

    Me gusta también el pronunciamiento del PRI, PAN y PRD de que ya no habrá reformas constitucionales este sexenio. Debo decir que albergaba yo un par de temores. Primero, que con su presentación de propuestas de reformas electorales constitucionales, el PAN y el PRI corrían el riego de caer en la trampa del régimen de entrar en una negociación al respecto, como lo hicieron con la ley de revocación de mandato. Segundo temor: el respeto -o pavor- que le tienen, tanto PRI como PAN, al Ejército me conducía a pensar que ante el cabildeo de las fuerzas armadas, cederían y aceptarían la reforma para incorporar de jure a la Guardia Nacional a la Sedena (ya existe de facto).

    Por fortuna, parece que dichos temores eran injustos. La oposición está actuando como debe: oponiéndose al gobierno, sobre todo en temas tan sensibles como una reforma electoral a menos de dos años de una elección, y de la situación jurídica de una institución que, aunque por ahora no sirva, puede llegar a ser la base de una policía nacional única y civil. Meterla a la Sedena constitucionalmente entrañaba el peligro de volverla inamovible: ¿quién juntaría los votos en ambas cámaras para arrebatarle al Ejército la enorme fuente de corrupción, contratos, prebendas y arbitrariedades que significa una Guardia Nacional que para fin de sexenio puede acercarse a los doscientos mil efectivos?

    Y también me gusta, por último, la insinuación de Enrique Alfaro de que la alianza de MC con los otros tres partidos no representa un deseo delirante sino una posibilidad que se debe estudiar. Es solo una voz, pero una voz importante. No me extrañaría que hubiera otras voces dentro de MC que piensen algo parecido.

    En otras palabras, a diferencia del apocalipsis que vislumbran estos días una buena cantidad de colegas de la bien nombrada comentocracia, yo veo una oposición que entiende sus retos, su papel y sus resultados. Y veo un sano debate en su seno, y en el seno de los protagonistas involucrados, sobre la conveniencia -o falta de la misma- de negociar candidaturas comunes en el EDOMEX, en Coahuila, en la CDMX y para la presidencia. Veo también que, con algunas excepciones inerciales, se empieza a comprender que es importante evitar expresiones hirientes hoy que, si bien pueden ser solo retóricas, dificultarán el entendimiento mañana.

    Cada día estoy más convencido que Morena no llegará en buenas condiciones a la elección del 2024. Sus tensiones internas, el manejo priista reloaded de la sucesión por parte de López Obrador, las dificultades económicas por venir, el impacto relativo de los programas sociales en la votación de la gente, la falta de dinero para mantenerlos, y la presencia cada día más consolidada de una oposición unida, me permiten pensar que no todo está perdido. Y que, si se pierde, no será por no haber hecho todo para ganar. Mis amigos comentócratas escépticos me recuerdan un poco algunas conversaciones con Carlos Fuentes, cuando el gran escritor se lamentaba de que no hubiera en México un Felipe González, un Bill Clinton, un Ricardo Lagos, sin hablar de un FDR, un Lázaro Cárdenas o un Mitterand. Le respondía yo tímidamente que había un pequeño problema: los unos estaban muertos, y los otros no eran mexicanos. Esto -refiriéndome a Fox- es lo que hay, le decía, sin convencerlo. Tampoco convenceré a mis colegas, pero, en efecto, hoy, es lo que hay.