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Son dos Claudias las que buscan ocupar la silla presidencial que estará vacante el próximo año. Pero la columna de hoy no trata sobre Claudia “la corcholata” destapada desde el púlpito mañanero. Ahora escribo de la otra Claudia, la priista, la que recién aparece sonriente en espectaculares que hacen referencia a su página oficial de Senadora de la República.
Claudia, la sobrina del mismísimo Carlos Salinas de Gortari, heredera de una de las familias políticas más poderosas de México en los finales de los 80 y mediados de la década de los 90, aunque después devinieron las persecuciones del “zedillismo” y los infortunios de todo tipo. Otro tío suyo, Raúl, fue llamado “el hermano incómodo”, detenido y sentenciado por enriquecimiento ilícito y corrupción, en su contra tuvo más de 50 averiguaciones previas por lavado de dinero y la autoría intelectual del homicidio del asesino de su cuñado José Francisco Ruiz Massieu, padre de la ahora pretendida candidata.
Claudia ha gozado y sufrido las glorias y los infiernos de la política. Perdió a su padre el 28 de septiembre de 1994, el mismo año que despacharon a Colosio en Lomas Taurinas, Tijuana. El ex secretario general del tricolor salió de una reunión del hotel Casa Blanca después de reunirse con 180 diputados electos del PRI, de pronto un joven sicario tamaulipeco, de tez morena, delgado y corte militar sacó una subametralladora y le pegó un disparo que le arrebató la vida horas después en el Hospital Español.
La detención del pistolero llevó al aseguramiento de los responsables, los hilos conductores apuntaron inmediatamente a un crimen político que dirigían las miras al subsecretario de organización del CEN del PRI y diputado federal por Tamaulipas, Manuel Muñoz Rocha. Cuando todo el país conoció la supuesta participación del político en el asesinato del papá de Claudia Ruiz Massieu, Muñoz Rocha desapareció misteriosamente.
Si es usted un lector entrado en años, recordará temas y nombres como: “La osamenta del encanto”, “Francisca Zetina”, “Chapa Bezanilla”, “La Paca”, “el bat y la pala”, “Lozano Gracia”. Toda esa magia narrativa que, parafraseando al inigualable escritor José Agustín, formó parte de la tragicomedia política mexicana noventera, enmaraña la vida de la joven Claudia, militante del PRI desde 1992. En diciembre de 2004, otra tragedia en la familia cobra la vida de su tío Enrique Salinas de Gortari, quien apareció asesinado en el interior de un automóvil en el municipio de Huixquilucan en el Estado de México.
Pero más allá de las tragedias y los lazos familiares de los que nunca ha renegado, la carrera de Claudia Ruiz Massieu no debe menospreciarse. Licenciada en Derecho por la Universidad Iberoamericana, Maestra en Políticas Públicas Comparadas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y Candidata a Doctora por la Universidad de Granada en España, su formación académica no está en duda, y eso -la inteligencia y disciplina académica-, como decía Miguel de Unamuno: “es cosa que se da por natural y que no se recibe por herencia”.
En su trayectoria profesional ha sido la dirigente del CEN del PRI, Secretaria de Relaciones Exteriores y Turismo en el gobierno de Enrique Peña Nieto, dos veces Diputada Federal. En su papel en el Senado de la República, Claudia ha sido consistente, perseverante y congruente. Ha jugado su rol de opositora a tope, no le ha temblado voz, ni la mano para señalar duramente al Presidente López Obrador, se ha enfrentado contra la cúpula de su partido en particular contra Alejandro Moreno “Alito”, sobre todo en el tema de la votación en contra de la militarización de la Guardia Nacional. Ella es Claudia, la otra Claudia que quiere ser Presidenta. ¿Le alcanzará? Luego le seguimos...