En memoria de Sergio Félix Tamayo
    Con Durango, por razones de vecindad, mantenemos relaciones de distintas índole desde tiempos inmemoriales. Nos unen lazos afectivos y de negocios indisolubles, cuyos intereses mutuos se han fortalecido a lo largo del tiempo. Desde que se conocieron los primeros casos de meningitis en personas del estado de Durango, los sinaloenses manifestaron su preocupación y exigieron al Gobierno de esa entidad tomar medidas preventivas adecuadas para evitar se propagara la epidemia.

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    La epidemia de meningitis que asola al estado de Durango, según tenemos conocimiento, tuvo su origen en el manejo irresponsable de un producto que contaminó un hospital. Ahí se inicia esta lamentable contaminación que ha cobrado la vida de 36 personas. En la lista de víctimas fatales está la sinaloense Lizbeth Jocelyn, una víctima más de esa negligencia médica acontecida en el vecino estado de Durango.

    Los ciudadanos obviamente han elevado su indignación y protesta por el deterioro de las condiciones sanitarias de los hospitales de Durango. “Me siento honrada -dice Jésica Félix Terán- por los familiares que me han pedido que alce la voz, que exija justicia y dignidad en la lucha contra la impunidad, complicidad y silencio que han venido manejando las autoridades. A mí no me mueve ningún interés partidista o político, no es necesario de que se me investigue, solo soy una mujer a la que han tocado sus fibras más sensibles, una madre indignada que ve el silencio y complicidad de algunos medios de comunicación de no informar acerca de la crítica situación de salud que prevalece en los hospitales del estado”.

    Sabemos que Durango es aún uno de los pocos estados en el país gobernados por los panistas y priistas, que de la mano se han venido alternando para mantenerse a toda costa en el poder, pero que se han olvidado por completo de atender la agenda social. Tanto las numerosas víctimas de la violencia de la época de la falaz “guerra contra el narcotráfico”, lanzada por el irresponsable Felipe Calderón, que cobró particularmente en Durango y Chihuahua la vida de cientos de jóvenes inocentes, cuyas familias aún esperan justicia, así como los familiares de las víctimas de la actual epidemia de meningitis, se han unido exigiendo solución a sus demandas de reparación de daños y la mejora de los centros hospitalarios.

    Apenas venía la ciudadanía recuperándose de la pandemia del Covid-19 y ahora resulta que brota esa infección fatal en los hospitales de Durango. Por dos años el pueblo padeció los efectos de aquella pandemia global, que hizo sentir sus aterradores efectos en todos los rincones del planeta. Ahora nos enteramos que en esta región vecina ha aparecido esta enfermedad contagiosa, por lo que parece que no salimos de una crisis sanitaria cuando se anuncia otra.

    Con Durango, por razones de vecindad, mantenemos relaciones de distintas índole desde tiempos inmemoriales. Nos unen lazos afectivos y de negocios indisolubles, cuyos intereses mutuos se han fortalecido a lo largo del tiempo. Desde que se conocieron los primeros casos de meningitis en personas del estado de Durango, los sinaloenses manifestaron su preocupación y exigieron al Gobierno de esa entidad tomar medidas preventivas adecuadas para evitar se propagara la epidemia. Obliga a las autoridades del estado vecino dejar su actitud de pasividad e ineptitud y escuchar a los ciudadanos y familiares que exigen se proteja a la población del contagio, ni uno más, debe ser la consigna del Gobierno de aquella entidad.

    Hay sobradas razones para considerar lo urgente que resulta a estas alturas buscar por todos los medios erradicar la epidemia, causante de un número alarmante de víctimas fatales. Esa enfermedad, reiteramos, tiene preocupados a nuestros vecinos duranguenses. Los ciudadanos y el pueblo en general han salido a las calles de la ciudad capital a manifestar su inconformidad con el Gobierno de su estado, por la falta de un dinamismo acorde con la gravedad del flagelo.

    No se puede tolerar que transcurra más tiempo sin que se tomen medidas sanitarias que erradiquen de raíz esa epidemia y se apoye a las familias de las personas fallecidas, como lo viene reclamando la sociedad duranguense, con ejemplar decisión. El Gobierno del Estado de Durango no puede hacerse de oídos sordos al reclamo popular, porque el pueblo cobra los reclamos insatisfechos tarde o temprano, sin ninguna duda.

    En la actualidad la ciudadanía está muy despierta, y no permite que los gobiernos omisos traten de salirse por la tangente en el cumplimiento de su principal responsabilidad: atender los reclamos populares. O cumplen con su responsabilidad o pagarán su desacato.