Esta semana, en una plática de sobremesa con un buen amigo reflexioné sobre las diferencias que hay entre “pensadores” y “hacedores”. Para esta columna será importante avisar que mucho de lo que leerán acá tiene que ver más con percepciones que con rigurosidad técnica.
“Pensadores”. Primero me explico, cuando me refiero a pensadores, me refiero a aquellas personas que se han preocupado de construir un sistema de pensamiento riguroso, ya sea porque son académicos o especialistas en el área de desarrollo. Estos pensadores, se han encargado de recabar mucha información técnica, o generar nuevo conocimiento, ya sea planteamientos teóricos o técnicos. Priorizan el análisis y la información.
“Hacedores”. Aquellos que hacen que las cosas sucedan, son las personas que toman iniciativas y generan algún cambio en su entorno, generalmente son personas que cargan con niveles de entusiasmo alto, están llenos de iniciativa y disfrutan de materializar ideas.
Lo cierto es que ambas características nos habitan a todos, en mayor o menor medida, lo cierto también, es que generar conocimiento es hacer y que hacer puede resultar en una suerte de aprendizajes (conocimiento) muy valiosos para ir tomando mejores decisiones, sin embargo ante un sistema capacitista, que premia nuestra capacidad de producir, aun si esta producción no tiene sentido o resulta contraproducente, por esta y otras razones parece a mi percepción que ha habido un divorcio importante en cuanto o lo público o lo social, entre el conocimiento y la voluntad de los que hacen.
A propósito del aniversario de Conselva, me permitiré utilizarlos como ejemplo para el divorcio que quiero plantear. Conselva es una organización fundamentalmente basada en ciencia, investigación y activismo alrededor del agua. El trabajo que Sandra Guido y compañía han realizado en estas áreas es inconmensurable y pese a que se han conseguido logros importantes, lo cierto es que la distancia entre la información que generan, y la traducción de esa información en reglamentos, políticas públicas y gestión de recursos naturales en lo público, es abismal. Es decir; parece que los que pueden hacer, funcionarios o políticos ya sea por desinterés, desconocimiento o ignorancia en el mejor de los casos no están dispuestos a construir puentes entre el conocimiento y su aplicación. Ahora si bien de los funcionarios públicos no podemos esperar nada, también es cierto que la iniciativa privada y aquellos que su terreno de acción tiene un impacto directo en la calidad de vida de la ciudad, tampoco están dispuestos. El ejercicio entre “pensadores” y “hacedores” fracasa porque los intereses no están alineados.
Basados en este ejemplo, notarán que al final nuestra ciudad fue forjada por hacedores, porque los hacedores terminan por materializar la idea, por eso su impacto está a la vista de todos, y los pensadores, se quedaron encerrados en sus aulas, sus laboratorios, o detrás de sus escritorios, sin darse cuenta de que es necesario incidir de manera directa en el que hacer público y privado.
Es fundamental que alentemos tanto el pensar como el hacer, porque son complementarios, son necesarios. Y de ello depende, el progreso de nuestras comunidades.
¿Cómo hacemos para construir esos puentes? ¿Cómo alineamos los intereses?
Para mí se trata fundamentalmente de sobrevivir, la depredación de espacios y recursos por una sobreproducción en todos los sentidos de todo terminará por hacer que el planeta nos deseche como un cuerpo a un virus. Increíblemente esta conclusión por fatalista que se lea, casi con tintes apocalípticos, es lo más basado en ciencia que he escrito durante todo el artículo, así que no se trata de una opinión de sino una vez más, de una serie de datos que hemos decidido voluntaria o involuntariamente ignorar por el hacer diario.
Supongo que será interesante seguir indagando en la construcción de estos puentes, sobre todo cuando en el mundo que habitamos padece de tantos dolores. ¿Las guerras tendrán fin? ¿Podemos hacerle frente a una nueva pandemia? ¿Encontraremos el equilibrio en nuestras industrias para alienar el bienestar social con el ambiental? ¿Encontraremos el equilibrio en un sistema de valores que privilegia el dinero y la producción por encima de la dignidad y el saber?, al tiempo, porque dijera Galarza, “vale más la revolución que viene”.
Gracias por leer hasta aquí. Nos leemos pronto.
Es cuánto.