Con un saldo de alrededor de 2 millones de infectados y más de 194 mil fallecidos, se cumple un año de la pandemia en México, uno de los países más afectados por el Covid-19 en el mundo. Según datos dados a conocer por las autoridades federales de salud, fueron en los meses de junio y julio del año pasado cuando el País tuvo su primer momento crítico de contagios y un segundo repunte en octubre, que se extendió hasta enero de 2021.
En las últimas siete semanas se reporta una baja de contagios, sin embargo, es importante observar el comportamiento de este fenómeno en los países europeos, en los que se enfrenta una tercera ola de contagios, como el caso de Italia, que volvió al confinamiento este lunes, un año después de que el país cerrara para contener el Covid-19. El gobierno italiano dio a conocer que del 15 de marzo y hasta el 6 de abril, 10 regiones y la provincia autónoma de Trento estarán en confinamiento y que mantendrá escuelas y negocios no esenciales cerrados. Además de anunciar que toda Italia quedará cerrada, es decir en zona roja, durante los días 3, 4 y 5 de abril tras el aumento de los casos de coronavirus y la aparición de las cepas más contagiosas del Reino Unido y Brasil.
Si bien no estamos en las mismas circunstancias que el año pasado y se ha iniciado un periodo de vacunación en México, lo que sucede en países europeos es de muchas maneras el preámbulo de lo que nos espera, lo que pasa en países como Italia y España se ha vuelto prácticamente una señal de alerta, un referente de futuros escenarios y una experiencia valiosa para prepararnos ante lo inevitable.
Esta realidad anuncia que nuestro país tendrá que enfrentar una tercera ola de contagios como consecuencia del aumento de la movilidad de personas a centros recreativos, propiciada, muy probablemente, a partir del reciente fin de semana largo y se prolongue durante los días de Semana Santa.
Este parece ser el comportamiento oscilante de la pandemia en nuestra sociedad, un vaivén motivado por la intermitencia de nuestras acciones y decisiones al intentar por una parte proteger la salud de las personas y por otra rescatar la salud de nuestra economía. Ciertamente un dilema en todos los sentidos para los distintos órdenes de gobierno, una situación difícil en tanto que toda decisión que se tome para proteger la vida humana, en esa misma proporción afectará las formas de vida de otras, una forma de vida que se ironiza ante la dependencia de la economía para sobrevivir.
Y es aquí cuando nuestra realidad se vuelve a la vez un dilema moral y ético en la búsqueda del equilibrio entre economía y salud, un disyuntiva real que se mantiene y obliga a las autoridades y sectores de la sociedad a tomar medidas para disminuir las calamidades de esta pandemia, ante los dilemas de una trama social que incluye la suerte de futuras víctimas. Una tendencia estadística que se mueve de acuerdo al proceder no sólo de las autoridades, sino también del resto de la sociedad. Un vaivén de la pandemia que fluctúa entre las decisiones gubernamentales pero también en la conducta de la población.
Al día 14 de marzo se aplicaron poco más de 4 millones de vacunas al personal de salud, adultos mayores y profesores en México. Al mismo tiempo autoridades de Salud convocan para que esta Semana Santa se proteja a las familias quedándose en casa, evitando aglomeraciones y peregrinaciones. Y por otra parte el propio Subsecretario de salud Hugo López Gattel circula por las calles enfermo de Covid-19 poniendo en riesgo a otras personas. Sin desestimar los esfuerzos y capacidad del Dr. Gattel, la ejemplaridad en estos tiempos de dificultad es fundamental.
Otra medida anunciada es el regreso a clases antes de concluir el periodo escolar, en una urgente llamada de auxilio del sector empresarial y comercial para reanimar la economía, que el Presidente López Obrador apoya. Aquí la pregunta es ¿qué pasará con los alumnos y sus familias?
Sin duda la siguiente reflexión del filósofo mexicano Enrique Dussel es oportuna: “Estamos experimentando un evento de significación histórica mundial del que posiblemente no midamos su abismal sentido como signo del final de una época de larga duración, y comienzo de otra nueva Edad que hemos denominado la transmodernidad. El virus que ataca hoy a la humanidad por primera vez en su milenario desarrollo, en un momento en el que puede tenerse conciencia plena de la simultaneidad (en tiempo real) verificada por los nuevos medios electrónicos, nos da que pensar en el silencio y aislamiento autoimpuesto de cada ser humano ante un peligro que muestra la vulnerabilidad de un castillo de naipes que vivimos cotidianamente, como si tuviera la consistencia de una estructura invulnerable”.
Todo parece indicar que como sociedad nos movemos en la suerte del péndulo de una pandemia, que oscila en el plano vertical de la sobrevivencia humana y la gravedad de su economía. Una extraña virtud de la libertad de unos, que se convierte en la desgracias de otros. Así se anota en la cifra diaria de defunciones y enfermos, aunque disminuyan los casos, la curva descienda y cambien los colores del semáforo, el último de la fila de las futuras víctimas aún no se mira en el horizonte de esta pandemia.
Hasta aquí mis reflexiones, los espero en este espacio el próximo viernes.