Entendimiento Bicentenario: cauteloso optimismo

    La nueva propuesta de seguridad se propuso dos objetivos: por un lado, priorizar una visión preventiva y no reactiva de la seguridad y, por el otro, encontrar respuestas a problemas de salud pública relacionados con el consumo de drogas.

    Mi meme preferido es también uno de los más populares: dos Spiderman que se apuntan extrañados como diciendo “¿Eres tú el farsante? ¿lo soy yo?”. Es claro que uno es el villano y otro es el héroe. Pero, ¿cuál es cuál? ¿son el mismo? ¿son una copia?

    La famosa imagen me vino a la cabeza mientras seguía con atención el pasado viernes 8 de octubre la transmisión de la reunión del Diálogo de Alto Nivel de Seguridad entre México y Estados Unidos, en la cual la Cancillería de México presentó el Entendimiento Bicentenario -el nuevo marco de colaboración que deberá guiar la política en clave seguridad de los gobiernos de ambos países. Sí, se anunció un nueva arquitectura binacional; pero, ¿se trata de un copia de la Iniciativa Mérida? ¿Es Spiderman señalando al otro Spiderman?

    Un poco de contexto resulta necesario. Iniciativa Mérida -el anterior arco de cooperación puesto en marcha en 2008 durante el apogeo de la administración de Felipe Calderón- era letra muerta mucho antes de la noche del primero de julio de 2018. Ya durante los últimos años del Gobierno del Presidente Peña Neto, la Iniciativa había perdido fuelle. Su fama tanto en la Cancillería como en la Secretaría de Gobernación no era mala sino lo que le seguía; Mérida olía a podrido; funcionaba a partir de pura inercia institucional y se percibía como algo heredado de lo peor del calderonato. Al final de la administración de Enrique Peña Nieto, a la Iniciativa solo la defendían la (enorme) industria de consultores, expertos, (así llamados) representantes de la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales que se hicieron ricas y famosas en su ejecución. ¡Allá su conciencia!

    El triunfo electoral de López Obrador en 2018 solo terminó de matar al moribundo. Desde el periodo de transición, el Presidente prometió un nuevo marco de cooperación alejado de las métricas de éxito de los dos sexenios anteriores y en las cuales estaba irremediablemente anclada la Iniciativa Mérida. La nueva propuesta de seguridad se propuso dos objetivos: por un lado, priorizar una visión preventiva y no reactiva de la seguridad y, por el otro, encontrar respuestas a problemas de salud pública relacionados con el consumo de drogas. De inicio es una buena noticia que ambos ejes están presentes -al menos en la retórica- en el anuncio del Entendimiento Bicentenario.

    Es, también, una buena noticia que el objetivo central del Entendimiento Bicentenario sea la reducción de homicidios y los delitos de alto impacto en México. Más que detener el inexorable flujo de drogas que llegan a Estados Unidos, la prioridad del Gobierno de México es y debe de ser atajar la epidemia de violencia en el país. Desde mi punto de vista no hay cooperación posible con los Estados Unidos que no tenga esto como prioridad absoluta. Todo lo demás es secundario ante este imperativo. Así de simple.

    En la declaración de principios de Entendimiento Bicentenario hay otras promesas que, en principio, no podemos sino leer con cierto optimismo. En primer lugar, el compromiso por combatir (de verdad) el flujo de armas de Estados Unidos a México -un tema otrora tangencial en la Iniciativa Mérida. En segundo lugar, el reconocimiento de la necesidad de trabajar en el diseño y ejecución de programas de tratamiento de adicciones y de reducción de daños ocasionados por el consumo de drogas ilegales. Con suficiente voluntad política (y lucidez) de los tomadores de decisiones de ambos lados de la frontera esto podría derivar en cambios progresivos e integrales hacia un esquema regulatorio más eficaz para la política de drogas de los dos países. Eso -tan solo esto- sería un avance enorme para terminar, aunque sea escalonadamente, con este absurdo que es la guerra contra las drogas. En tercer y último lugar, está el reconocimiento de que si bien existe necesidad de realizar investigaciones criminales efectivas y conjuntas, estas deben realizarse en un marco de respeto a los intereses de México. Aquí el tema clave son los límites que el Gobierno de México impondrá -formal e informalmente- a las operaciones de la DEA en el país.[1] Aquí, mi anhelo es que el Gobierno de México continué resistiendo las atorrantes presiones que llegan desde Washington.

    La Iniciativa Mérida despertó en 2008 muchos elogios y promesas. Los analistas se llenaron la boca de ostentosas palabras para adjetivar un programa de seguridad que fue, a la postre, desigual, insuficiente -y sí- muy ruidoso. Trece años después habrá que tener cuidado en no desprender, de una simple (aunque bien pensada) declaración de principios, un giro radical en nuestra relación en clave seguridad con los Estado Unidos. Ya veremos, en el plan detallado que se presentará a finales de este año -en la asignación de pesos y centavos a cada proyecto- la diferencia real entre Iniciativa Mérida y Entendimiento Bicentenario.

    Por ahora es justo decir que en el discurso -al menos por ahora- Entendimiento Bicentenario ofrece una visión distinta de lo que debe ser la colaboración con los Estados Unidos: una en el que los intereses de México estén a la altura de los de su contraparte.

    El diablo, sin embargo, como se suele decir, está en los detalles; ojalá no se vista de Spiderman.

    [1] De este tema trató mi última columna: https://www.sinembargo.mx/05-10-2021/4036747