Aprovechando que acabamos de celebrar el Día del Padre, conviene recordar el cuarto mandamiento divino: “Honrarás a tu padre y madre”. Sin embargo, ¿cómo honrar a mi padre, si no lo entiendo? Por eso, hoy reflexionamos sobre la imperiosa necesidad de comprender a nuestro padre, para poder amarlo, honrarlo, valorarlo y explicarlo.
Como guía en esta reflexión tomaremos el libro “La figura del mundo”, donde Juan Villoro narró su experiencia como hijo del filósofo Luis Villoro. Si las relaciones con nuestros semejantes son difíciles y arrastramos muchos conflictos y malentendidos, imaginemos de cuántos lastres necesitaremos desprendernos en la concepción, relación y diálogo parental.
Villoro no enjuicia a su padre, sino que pretende explicar la difícil relación que sostuvieron, puesto que toda conversación y diálogo entre ellos se realizaba a través de los libros, del mundo filosófico antiguo y de la figura del mundo que puedes concebir.
Su padre falleció en 2014, pero Juan Villoro no quiso escribir inmediatamente una biografía o páginas que lo retrataran, sino que esperó pacientemente a que las aguas del diluvio descendieran para que el arca de su memoria posara apaciblemente en la montaña de recuerdos.
Escribió: “La autoridad de mi padre era incontestable. No recurría a castigos físicos ni levantaba excesivamente la voz, por la sencilla razón de que bastaba que ordenara algo para que se cumpliera. De un modo seco, jamás rudo, dictaba sentencia”.
Añadió que siempre le hablaba de las antiguas civilizaciones: “cuando le pedía una historia, contaba un episodio de la Odisea o narraba la batalla de las Termópilas. Lo hacía con palabras sencillas, pero sin rebajar el dramatismo o la crueldad de las tramas”.
Le costó entender en qué trabajaba, pues su respuesta ineludible era: “estudio el sentido de la vida”.
¿Entiendo a mi padre?
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