En el púlpito, el escéptico ruego por paz. ¿Suplicarle a Dios o exigirle al Gobierno?

OBSERVATORIO
    Todos los astros negros de la inconformidad se están alineando para que la violencia sea el mayor reclamo a los gobiernos actuales, tanto al de México donde el régimen de Andrés Manuel López Obrador ya superó los 120 mil homicidios dolosos registrados en todo el sexenio de Felipe Calderón, como en Sinaloa donde el mérito de mantener a la baja estos delitos se le escatima al Gobernador Rubén Rocha Moya porque ilícitos de otro tipo y hechos de alto impacto diluyen tal avance

    Eriza la piel el mensaje que los párrocos y jerarcas religiosos le están transmitiendo sobre la violencia a los feligreses, desde que en la noche del 21 de junio fueron asesinados dos sacerdotes jesuitas en un templo de la comunidad indígena de Cerocahui, Chihuahua. Y no es que dejemos de estremecernos por crímenes como el de la mujer asesinada en el estacionamiento el Jardín Botánico, o la agresión letal contra el taxista “El Recodito” en Mazatlán, sino que en el sermón estos casos, estos miedos, penetran más que las balas de los sicarios.

    Por si acaso nos habíamos habituado a ver pasar desde el balcón de la indiferencia los cortejos de las víctimas, desde el púlpito la inseguridad pública es resignificada y de resultar correctamente procesada se traduce en impactos sociales y políticos. Suplicarle a Dios “por el cese de la violencia en nuestro País, de manera especial en nuestro Municipio”, como lo hizo el sacerdote José Concepción Hernández en la Iglesia de la Guadalupana de Mazatlán, es como la única balsa que queda al naufragar la esperanza.

    Todos los astros negros de la inconformidad se están alineando para que la violencia sea el mayor reclamo a los gobiernos actuales, tanto al de México donde el régimen de Andrés Manuel López Obrador ya superó los 120 mil homicidios dolosos registrados en todo el sexenio de Felipe Calderón, como en Sinaloa donde el mérito de mantener a la baja estos delitos se le escatima al Gobernador Rubén Rocha Moya porque ilícitos de otro tipo y hechos de alto impacto diluyen tal avance.

    Lo nacional le está pegando a lo estatal sin dejar de reconocer el abatimiento del índice de mayor impacto, los homicidios dolosos, aunque las desapariciones forzadas y ataques a mujeres vuelven inviable el alarde de lo alcanzado. Cómo no si a un personaje urbano, el taxista Joel Lizárraga, le costó la vida el hecho de resistirse a un asalto, el 18 de julio. Qué paz se puede presumir si Cinthia Rosalía fue asesinada el mismo día en el estacionamiento del Jardín Botánico, asignándosele el número 11 de feminicidios ocurrido en Sinaloa en 2022.

    Se trata de claroscuros terribles que ensombrecen la fe colectiva en que las autoridades garanticen, un día sí y al siguiente también, que todos estaremos a salvo y que al salir a desarrollar las actividades lícitas podamos regresar al lado de las familias. De no existir tal certidumbre por más que los gráficos de la acometida violenta apunten hacia abajo, subirá el temor a que la tragedia toque a las puertas de más inocentes y pacíficos.

    En la estadística oficial Sinaloa sí demuestra el comportamiento descendente de homicidios dolosos, manteniéndolos debajo de 60 por mes desde que en noviembre de 2021 Rocha tiene el mando en el estado. En octubre Quirino Ordaz Coppel dejó la incidencia en 50 asesinatos mensuales, mientras que Mario López Valdez cerró su mandato con 102 casos (diciembre de 2016), Jesús Aguilar con 168 (diciembre 2010) y Juan Millán con 45 en diciembre de 2004.

    Analizada por periodo de gobierno la comisión de homicidios dolosos se comportó así: con Renato Vega, 3 mil 889; con Juan Millán, 3 mil 90; con Jesús Aguilar, 6 mil 626; con Mario López Valdez, 7 mil 726; y en los cuatro años más 10 meses del período de Quirino Ordaz, 4 mil 990. En lo que va de la administración de Rocha Moya: en 2021 se reportan 43 en noviembre y 46 en diciembre; y en 2022 son 36 en enero, 36 en febrero, 42 en marzo, 42 en abril, 56 en mayo y 43 en junio, perfilándose a que se registre la más baja incidencia de los 15 años más recientes.

    A la percepción de inseguridad se le agrega el rito religioso y el efecto de éste como ultimátum, en el cual la oración constituye el postrimero recurso para continuar vivos. Rezar para encontrar a los desaparecidos, detener el éxodo de familias que ocurre a punta de los rifles, hacer retornar el código de honor del crimen donde a las mujeres, niños y ancianos no se les mata. Rogar tal vez para que los gobiernos y las instituciones nos protejan, o de plano caer en la desesperación de implorarle a los delincuentes por ningún asesinado más, un ¡ya basta! cordial. La utopía de la bandera blanca en cada cañón de las armas asesinas.

    Aunque la Conferencia del Episcopado Mexicano activó la jornada nacional de oración cuando las balas alcanzaron a sus clérigos, nosotros, los mexicanos y sinaloenses, desde antes recitamos plegarias para que nos permitan existir. Lo hicimos, por ejemplo, cuando vimos caer a Amalia Hernández, asesinada el 12 de mayo de 2014 mientras buscaba a Edgar, el hijo desaparecido; en la intensa búsqueda por localizar a la niña Dayana antes de que fuera encontrada sin vida el 23 de octubre de 2017. Igual suplicamos por la integridad humana aquel 15 de mayo en que la bala que mató al periodista Javier Valdez tocó de rozón a todo un gremio.

    En realidad, desde hace mucho imploramos de diferentes maneras a distintas providencias, en los altares o lejos de ellos, para que sobrevivir no esté sujeto a los caprichos de los asesinos. Y nunca hemos dejado de abrazarnos entre todos.

    Reverso

    Que no haya más mañanas,

    En las que todos, abatidos,

    Oigamos los tristes gemidos,

    Del duelo de las campanas.

    Vacaciones para todos

    A partir de hoy y durante las próximas dos semanas Observatorio estará ausente de este espacio debido al asueto necesario para los lectores, importante para el autor y obligado para reconfigurar el disco duro de las ideas. Como siempre, el deseo de reencontrarnos aquí el lunes 8 de agosto y que mientras tanto todos y todo siga bien en lo personal, familiar y comunitario, librando los riesgos de la persistente inseguridad pública y el insoportable clima del verano.