Élites, un poco de contrición por favor

    El cómodo negacionismo de las élites les impide darse cuenta de que su propio desempeño generó a la oposición que ahora vota en contra de sus candidatos. Y no se dan cuenta porque viven rodeados del tercio o el cuarto de la población que prosperó con un modelo caracterizado por el crecimiento desigual.

    Habría que estar de acuerdo con el afortunado tuit que leí de Viri Ríos: “Imagínense ser parte de la lista de los 300 líderes de México y saber que en parte es tu culpa que esto esté como está”. Lo que no dice Viri, al menos no en esta frase, es que por desgracia las élites no tienen la humildad de reconocer ninguna responsabilidad en los problemas del país. Y no lo hacen por la simple y sencilla razón de que tienen a la mano a Andrés Manuel López Obrador y al gobierno de la Cuarta Transformación para echarles la culpa.

    Estos días leí en The New York Times un texto titulado “Gira Latinoamérica a la izquierda”, en el cual se afirma que, “después de años de inclinarse hacia la derecha, América Latina se precipita hacia la izquierda, un parteaguas que comenzó en el 2018 con la elección de Andrés Manuel López Obrador en México y podría culminar con la victoria, más adelante este año, de un candidato de izquierda en Brasil, lo que dejaría a las seis economías más grandes de la región dirigidas por líderes electos sobre plataformas de izquierda”. El texto atribuye este cambio político al descontento de las mayorías a causa de la pobreza crónica y la desigualdad.

    No tengo duda que las élites de cada uno de esos países comenzará a echar la culpa de todos los males a sus respectivos mandatarios (Gustavo Petro en Colombia a partir de este domingo, Gabriel Boric en Chile, Alberto Fernández en Argentina, Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras, Luis Arce en Bolivia, además del caso de AMLO en México y probablemente de Lula en Brasil en octubre). En todos ellos surgirán voces alarmadas por la manera en que el “populismo irresponsable” lleva al país a la tragedia; “las buenas conciencias” no solo están indignadas por las ocurrencias de los nuevos gobernantes, ajenas a la manera en que se deben hacer las cosas. Sin reparar en que justo la manera en que se venían haciendo las cosas es lo que generó la inconformidad de las mayorías, que al exigir un cambio llevó al poder a los Boric, los Pietro y los AMLO.

    El cómodo negacionismo de las élites les impide darse cuenta de que su propio desempeño generó a la oposición que ahora vota en contra de sus candidatos. Y no se dan cuenta porque viven rodeados del tercio o el cuarto de la población que prosperó con un modelo caracterizado por el crecimiento desigual. Desde esta burbuja resulta irracional toda acción “populista” que intenta impulsar una derrama en los sectores mayoritarios, porque eso pone en riesgo la eficiencia del mercado. Claro, una eficiencia que opera en favor esencialmente de los que están arriba de la pirámide y, con harta frecuencia, en detrimento de los que están abajo.

    Por desgracia, las élites nunca harán tal ejercicio de contrición. ¿Por qué diablos tendrían que asumir que su enriquecimiento está relacionado con el empobrecimiento de otros? ¿Qué tontería es esa de derramar recursos entre la población necesitada cuando podrían incentivar nuestros negocios para dar empleos a los desocupados? (sin preguntarse por qué razón la mitad de las personas trabaja en el sector informal al no encontrar tales empleos). ¿Dar pescado en lugar de enseñar a pescar con las redes y cañas que producen mis fábricas con márgenes extraordinarios de ganancia? ¿Invertir en el sureste empobrecido cuando el dinero puede ser más eficiente en el norte? (en el que abunda mano de obra desesperada procedente del sureste).

    No, las élites no asumirán responsabilidad alguna de la situación en la que nos encontramos y no tendrán problemas en convertir en cabeza de turco de todos los males al gobernante que intente cambiar las cosas. Si las mayorías han dejado de votar por sus candidatos seguramente se debe a que AMLO, Boris o Lula han conseguido manipular y engañar al hombre y a la mujer de a pie para convencerlos de algo que en realidad los perjudica. Es “la ignorancia” lo que lleva a los pobres a votar por cambiar el sistema que las élites crearon; si tan solo hubieran tenido la paciencia, “estábamos tan bien antes de que llegara AMLO y los convenciera de lo contrario”.

    Ningún miembro de la élite sumará dos mas dos para preguntarse la razón por las que los López Obrador han proliferado en nuestros países. Se dirán quizá que los pueblos súbitamente dejaron de saber lo que les conviene; que la demagogia es el nuevo signo de los tiempos; que la falta de educación y la ignorancia podría explicar el giro (y qué, ¿antes eran cultos, según ellos?); que la cobija del muerto... Cualquier cosa antes de asumir que ellos podrían tener algo que ver con el asunto.

    Nota, una aclaración de descargo: en un par de ocasiones me han llamado los organizadores de estas listas de líderes de México, supongo que por mis novelas o mis columnas, y en ambas me he abstenido de participar, no sé si finalmente me incluyeron en algún listado. De eso no me hago responsable. De la situación del país, en cambio, y sin importar donde nos encontremos en la pirámide social, todos tenemos algo qué ver y en alguna medida tendríamos que estar haciendo algo para cambiarla.

    Habría que estar de acuerdo con el afortunado tuit que leí de Viri Ríos: “Imagínense ser parte de la lista de los 300 líderes de México y saber que en parte es tu culpa que esto esté como está”. Lo que no dice Viri, al menos no en esta frase, es que por desgracia las élites no tienen la humildad de reconocer ninguna responsabilidad en los problemas del país. Y no lo hacen por la simple y sencilla razón de que tienen a la mano a Andrés Manuel López Obrador y al gobierno de la Cuarta Transformación para echarles la culpa.

    Estos días leí en The New York Times un texto titulado “Gira Latinoamérica a la izquierda”, en el cual se afirma que, “después de años de inclinarse hacia la derecha, América Latina se precipita hacia la izquierda, un parteaguas que comenzó en el 2018 con la elección de Andrés Manuel López Obrador en México y podría culminar con la victoria, más adelante este año, de un candidato de izquierda en Brasil, lo que dejaría a las seis economías más grandes de la región dirigidas por líderes electos sobre plataformas de izquierda”. El texto atribuye este cambio político al descontento de las mayorías a causa de la pobreza crónica y la desigualdad.

    No tengo duda que las élites de cada uno de esos países comenzará a echar la culpa de todos los males a sus respectivos mandatarios (Gustavo Petro en Colombia a partir de este domingo, Gabriel Boric en Chile, Alberto Fernández en Argentina, Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras, Luis Arce en Bolivia, además del caso de AMLO en México y probablemente de Lula en Brasil en octubre). En todos ellos surgirán voces alarmadas por la manera en que el “populismo irresponsable” lleva al país a la tragedia; “las buenas conciencias” no solo están indignadas por las ocurrencias de los nuevos gobernantes, ajenas a la manera en que se deben hacer las cosas. Sin reparar en que justo la manera en que se venían haciendo las cosas es lo que generó la inconformidad de las mayorías, que al exigir un cambio llevó al poder a los Boric, los Pietro y los AMLO.

    El cómodo negacionismo de las élites les impide darse cuenta de que su propio desempeño generó a la oposición que ahora vota en contra de sus candidatos. Y no se dan cuenta porque viven rodeados del tercio o el cuarto de la población que prosperó con un modelo caracterizado por el crecimiento desigual. Desde esta burbuja resulta irracional toda acción “populista” que intenta impulsar una derrama en los sectores mayoritarios, porque eso pone en riesgo la eficiencia del mercado. Claro, una eficiencia que opera en favor esencialmente de los que están arriba de la pirámide y, con harta frecuencia, en detrimento de los que están abajo.

    Por desgracia, las élites nunca harán tal ejercicio de contrición. ¿Por qué diablos tendrían que asumir que su enriquecimiento está relacionado con el empobrecimiento de otros? ¿Qué tontería es esa de derramar recursos entre la población necesitada cuando podrían incentivar nuestros negocios para dar empleos a los desocupados? (sin preguntarse por qué razón la mitad de las personas trabaja en el sector informal al no encontrar tales empleos). ¿Dar pescado en lugar de enseñar a pescar con las redes y cañas que producen mis fábricas con márgenes extraordinarios de ganancia? ¿Invertir en el sureste empobrecido cuando el dinero puede ser más eficiente en el norte? (en el que abunda mano de obra desesperada procedente del sureste).

    No, las élites no asumirán responsabilidad alguna de la situación en la que nos encontramos y no tendrán problemas en convertir en cabeza de turco de todos los males al gobernante que intente cambiar las cosas. Si las mayorías han dejado de votar por sus candidatos seguramente se debe a que AMLO, Boris o Lula han conseguido manipular y engañar al hombre y a la mujer de a pie para convencerlos de algo que en realidad los perjudica. Es “la ignorancia” lo que lleva a los pobres a votar por cambiar el sistema que las élites crearon; si tan solo hubieran tenido la paciencia, “estábamos tan bien antes de que llegara AMLO y los convenciera de lo contrario”.

    Ningún miembro de la élite sumará dos mas dos para preguntarse la razón por las que los López Obrador han proliferado en nuestros países. Se dirán quizá que los pueblos súbitamente dejaron de saber lo que les conviene; que la demagogia es el nuevo signo de los tiempos; que la falta de educación y la ignorancia podría explicar el giro (y qué, ¿antes eran cultos, según ellos?); que la cobija del muerto... Cualquier cosa antes de asumir que ellos podrían tener algo que ver con el asunto.

    Nota, una aclaración de descargo: en un par de ocasiones me han llamado los organizadores de estas listas de líderes de México, supongo que por mis novelas o mis columnas, y en ambas me he abstenido de participar, no sé si finalmente me incluyeron en algún listado. De eso no me hago responsable. De la situación del país, en cambio, y sin importar donde nos encontremos en la pirámide social, todos tenemos algo qué ver y en alguna medida tendríamos que estar haciendo algo para cambiarla.