El uso político de Trump

Ernesto Núñez Albarrán
    Aunque la crisis arancelaria volvió a aplazarse un mes, Sheinbaum no perdió la oportunidad de volver a llenar el Zócalo, exaltar el nacionalismo, hablarle al pueblo y usar a la bestia Trump como resorte de la popularidad presidencial.

    Donald Trump se ha convertido en la némesis perfecta de Claudia Sheinbaum; un enemigo detestable para la mayor parte de mexicanas y mexicanos que, mientras siga siendo capoteable, le dará réditos políticos a la presidenta.

    El Presidente de Estados Unidos y sus amenazas son un motivo para exaltar el nacionalismo y convocar a la unidad nacional, el pretexto ideal para llenar el Zócalo cuantas veces sea necesario durante los cuatro primeros años del nuevo sexenio.

    Si Trump ha hecho de sus supuestos “enemigos extranjeros” -como México- el eje de la narrativa con la que sostiene el respaldo de sus votantes, otro tanto ha hecho Sheinbaum para mantener movilizada a su grey frente al amenazante hombre naranja.

    Dos mítines en menos de dos meses lo confirman: el del domingo 12 de enero, ocho días antes de que Trump asumiera el poder y al cumplirse los primeros 100 días del sexenio de Sheinbaum, y el de este domingo 9 de marzo.

    En ambos, Morena, el Gobierno, sus partidos aliados y los sindicatos y organizaciones afines al régimen echaron la casa por la ventana para movilizar a miles de personas que llenaron el Zócalo para vitorear a Claudia Sheinbaum.

    “Presidenta-Presidenta”, gritaron ayer las 350 mil personas que, según el Gobierno de la Ciudad de México, se congregaron en el primer cuadro.

    No en balde los miles de camiones y microbuses estacionados en calles y avenidas aledañas, Tlalpan, Eje Central, Balderas, Chapultepec, 5 de febrero, Fray Servando, Reforma y hasta Insurgentes Centro.

    No en vano los millones de pesos gastados en movilizaciones, más de 30 mil sillas colocadas en el Zócalo, templetes, grupos musicales, equipo de sonido y el reparto e playeras, gorras, tortas, aguas y refrescos.

    La idea de “mostrar unidad” y un respaldo incondicional a la Presidenta en sus negociaciones con Donald Trump se tradujo en la obligación de “mostrar el músculo” del partido-movimiento.

    Por eso, en el Zócalo había ayer contingentes enormes provenientes de los estados vecinos: Morelos, Puebla, Hidalgo y el Estado de México (todos gobernados por Morena), pero también de entidades más alejadas, como Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Michoacán, Tabasco, Campeche, Zacatecas, San Luis Potosí, Sinaloa y hasta las Baja Californias.

    Los gobernadores morenistas -que apenas el jueves acudieron a Palacio Nacional a junta del IMSS-Bienestar- volvieron a demostrar que son los principales movilizadores del nuevo binomio partido-gobierno.

    Al más puro estilo priista, todos y todas tenían una cuota de asistentes por cumplir, pero según reveló el periodista Arturo Páramo en el diario Excélsior, fue el gobierno del Estado de México, con Delfina Gómez y Horacio Duarte al frente, quienes recibieron la instrucción directa de llenar la Plaza de la Constitución.

    La reunión en la que se les pidió a los mexiquenses no fallar ocurrió el martes 4 de marzo (dos días antes de la llamada Sheinbaum-Trump), transcurrió en el viejo edificio del Arzobispado y a ella acudieron el Secretario de Gobierno del Edomex, Horacio Duarte, legisladores federales y locales y alcaldes mexiquenses.

    Como en esa reunión, durante la semana la instrucción de acudir en masa a la Plaza de la Constitución bajó a todas las organizaciones -gubernamentales y partidistas-, a través de correos electrónicos, mensajes de WhatsApp, folletos distribuidos en las calles, perifoneos en colonias, carteles pegados en postes de luz y mantas colgadas en puentes peatonales.

    El estado de alerta era patente en los primeros anuncios que se imprimieron y distribuyeron: “acompañemos a nuestra Presidenta Claudia Sheinbaum a la Asamblea Informativa, donde anunciará las acciones en defensa del bienestar de las y los mexicanos y la soberanía de nuestro país”.

    Luego vino la llamada del jueves 6 de marzo, el mensaje de Trump anunciando un mes más sin aranceles para los productos del T-MEC, el festejo de la Presidenta en la conferencia mañanera, y el cambio de convocatoria: ya no sería mitin y protesta, sino festival y celebración.

    O dicho de otra manera: ¿por qué perder la oportunidad de volver a llenar el Zócalo, exaltar el nacionalismo, hablarle al pueblo y usar a la bestia Trump como resorte de la popularidad presidencial?

    Todo mientras el Gobierno y sus negociadores ganan otro mes de tregua arancelaria, en un juego político que hasta el momento ha sabido jugar bien la Presidenta Sheinbaum; con cabeza fría, serenidad y paciencia, según su paráfrasis a Kalimán.

    ¿Cuál es el límite de ese juego? Quizás se sepa cuando Donald Trump decida acabar con los plazos mensuales, o cuando necesite apretar más a México para su política doméstica.

    Sólo entonces sabremos qué dice en el famoso plan b, c y d -las acciones “en defensa del bienestar de todas y todos los mexicanos”- que hasta el momento la Presidenta Sheinbaum no se ha visto obligada a anunciar. Las cartas de su juego que ha decidido aún no mostrar.