La ONU -que sirve menos de lo que debería, pero más de lo que se le suele reconocer- mantiene una oficina destinada al combate al crimen organizado transnacional y a las drogas, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la UNODC. Apenas el mes pasado, tal oficina publicó su informe anual sobre drogas. Me sorprendieron algunos de sus principales hallazgos, que comparto con ustedes a continuación.[1]
Empecemos con los datos duros. En el mundo hay casi 300 millones de personas que consumen drogas ilegales, más que nunca en la historia. La mayoría son jóvenes menores de 35 años. El cannabis continúa siendo la droga más popular (209 millones de usuarios), seguido por opioides (61), anfetaminas (34), cocaína (21) y diferentes versiones de éxtasis (20).
El informe no deja lugar a dudas: el mercado de cocaína está en auge. A pesar de la pandemia y de la disrupción de varias rutas de tráfico de drogas, la fabricación de cocaína alcanzó su máximo histórico precisamente el año pasado. El informe presenta algunos descubrimientos interesantes respecto al transporte de esta droga estimulante. Señala, por ejemplo, que el 90 por ciento de las incautaciones de cocaína en 2021 se realizó en puertos y contenedores de barcos. Esta cifra sugiere que el tráfico por mar va en aumento y que continúa la expansión de los mercados fuera de los centros tradicionales de consumo. En ciudades de Gambia, Ghana, India, Marruecos y Mozambique se han registrado impresionantes confiscaciones que presentan un panorama muy distinto al de hace un par de décadas cuando solo se consumía cocaína de manera marginal fuera de Europa y Estados Unidos. En América Latina, el mercado brasileño cobra cada vez mayor relevancia y es ya lugar de destino de mucha de la cocaína cultivada en los países andinos.
La expansión del consumo de cocaína a escala global es prueba -por si faltaba otra- del fracaso de la actual política de drogas dominada por el paradigma punitivo y prohibicionista. ¿Cómo podemos entender que, a pesar de la ingente inversión para detener el cultivo de la hoja de coca, así como para mitigar el transporte y comercio de la cocaína, su precio continúe reduciéndose y su consumo aumentando? ¿Quién se beneficia del engaño que implica la guerra contra las drogas? ¿No sería mejor concentrarse en atacar la demanda por medio de políticas de salud pública, en lugar de seguir mostrándose incapaces de frenar la oferta como, de hecho, se hace con otras sustancias legales?
El informe da para muchos más apuntes.
La mayoría de quienes consumen drogas siguen siendo los hombres. No obstante, las mujeres juegan un papel cada vez más importante en el mercado de consumo global. Casi la mitad de las personas que consumen anfetaminas, tranquilizantes y sedantes son mujeres. Ellas, además, consumen el 40 por ciento de tabletas y píldoras basadas en éxtasis y otros estimulantes psicoactivos. En cambio, siguen siendo los hombres quienes consumen la mayor parte de los opioides (85 por ciento), de la cocaína (75 por ciento) y del cannabis (70 por ciento).
Informes como el de la UNODC son claves para entender las principales tendencias sobre consumo y producción de drogas en el mundo. Su importancia es brutal. Es una lástima que en México no tengamos ejercicios tan bien logrados para medir y monitorear cambios como estos. La última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENDOCAT) data de 2017 y está basada en datos levantados en 2014. Desde entonces no tenemos más información sobre las tendencias de consumo de estupefacientes en México. La nueva encuesta tendría que haberse realizado a principios de 2022 pero, por razones presupuestales, su ejecución no está confirmada.
Sobra decir que sin estadísticas confiables es imposible generar políticas de prevención de drogas; quizás no es suficientemente obvio, pero de ello depende la vida de muchas personas. La falta de datos impide diseñar políticas remediales o con un enfoque diferenciado que permita focalizar los esfuerzos de la intervención pública para diferentes poblaciones. ¿Cómo sino prevenir una crisis de consumo de opiáceos como la que vive actualmente Estados Unidos? ¿Cómo saber si el consumo de fentanilo -un opiáceo sintético unas cien veces más potente que la morfina- se ha disparado entre los grupos más vulnerables, sobre todo en las zonas urbano-populares?
El informe de la UNODC, como cualquier documento que intenta acercarse a un fenómeno eminentemente ilegal, está lleno de conjeturas y zonas de oscuridad. Los números son apenas una aproximación. Ofrecen, sin embargo, una mirada, así sea de reojo, a una realidad compleja. Hay que atrevernos a observarla.
[1] El informe completo puede accederse en: Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Informe Mundial sobre las Drogas 2022. Disponible en: https://www.unodc.org/unodc/en/data-and-analysis/world-drug-report-2022.html
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