La utilidad de la invención de la escritura se ha puesto muchas veces en duda, porque se considera un medio que vino a relegar al olvido y a la oscuridad más densa la capacidad de la memoria, que se mantenía activa y vigente en los relatos y en la tradición oral.
De acuerdo a la narración de Platón, en el diálogo llamado Fedro, el dios egipcio de los inventos y equivalente al Hermes de los griegos, Tot, fue el inventor de la escritura, números, cálculo, geometría y astronomía, así como de los juegos de ajedrez y dados. Tot fue a ver al faraón Tamús y le pidió que todos estos inventos fueran difundidos en su imperio, en especial, la escritura. Le dijo: “He aquí una invención, oh rey, que hará a los egipcios más sabios y ayudará a su memoria. He descubierto una receta segura para la memoria y la sabiduría”.
Sin embargo, el faraón Tamús no se mostró impresionado; antes bien, le reconvino de sentirse orgulloso de ese invento: “Padre de la escritura, en el entusiasmo de tu descubrimiento, le atribuyes todo lo contrario de su verdadera función. Aquellos que la conozcan dejarán de ejercitar su memoria y serán olvidadizos; se confiarán a la escritura para traer los recuerdos a su memoria mediante signos externos en vez de fiarse de sus propios recursos internos. Tú no has descubierto una receta para la memoria, sino para las reminiscencias”.
Sorprende que Platón narre esta fábula, puesto que él se dedicó de lleno a transmitir mediante la escritura -en sus famosos “Diálogos”-, la enseñanza de Sócrates; el cual, como Buda o Cristo, tampoco escribió nada. Es lamentable que, hoy, ya ni siquiera a mano se escriba, solamente en computadora.
¿Aprecio el tesoro de la escritura?