En el pasado reciente, vivimos un largo período de miedo e incertidumbre provocado por la pandemia del Covid 19, y a todos, de alguna manera u otra, nos afectó en nuestra salud mental. De hecho, todavía hay gente que vive sufriendo de ansiedad y depresión, sobre todo, entre aquellos que perdieron a uno o más seres queridos, dolor que se agrandó en aquellos que ni tan siquiera pudieron estar cerca de los fallecidos.
Conforme pasaron los meses, el virus detonador de la pandemia fue perdiendo fuerza y efectos letales, lo cual nos concedió un tiempo de tranquilidad, aun a sabiendas de que los llamados generadores de violencia continúan ejerciendo su poder, de tal suerte que no son pocos los municipios del País que están gobernados por ellos. Los sinaloenses escuchábamos noticias de Chiapas, de Guerrero, de Tamaulipas, de Michoacán y Guanajuato, sobre el brutal accionar ejercido por los descarriados, y tales hechos los veíamos muy alejados de nuestra realidad, pero a principios del mes de septiembre pasado la bomba explotó y hoy vivimos con el Jesús en la boca, es decir, volvieron por sus reales la incertidumbre y el miedo, o sea, que se vuelven a exacerbar los calambres de nuestra salud mental, lo cual, conduce a mucha gente a tomar decisiones fatales, como es el suicidio.
El Gobierno mexicano a lo largo de su historia, incluyendo al actual, y a su antecesor inmediato, que se dicen creadores del humanismo mexicano, no han sido capaces de sembrar y consolidar los pilares obligatorios para que los gobernados vivamos bajo un ambiente de tranquilidad integral.
Las divisas del Gobierno mexicano han sido sistemas mediocres de salud y educación con los agregados de una economía inestable y una violencia a la alza, elementos que mellan la salud mental de los gobernados, lo cual deviene en inestabilidad emocional, desánimo y baja de autoestima. Un batido de dichos factores, que en los casos extremos conducen al suicidio a los que han perdido la brújula de la vida, o en su caso, a los que razonaron y concluyeron que la autoinmolación era la decisión conveniente para ponerle punto final a su existencia.
El suicidio, el uso del libre albedrío de quien lo comete, es una causa de muerte que se hace notar en las estadísticas nacionales, de tal suerte, que el año 2023, según el INEGI, se registraron 8 mil 837, es decir, 24 casos diarios en números redondos.
En porcentajes cerrados, del total de suicidios citado, el 81 por ciento fue protagonizado por hombres y el 19 por ciento correspondió a mujeres.
Y dentro de esta numeralia llama la atención que el suicidio es la tercera causa de muerte entre los individuos del rango demográfico de 15 a 29 años, y la cuarta, entre las criaturas de entre 10 y 14, lo cual resulta alarmante.
Si bien es cierto que en países desarrollados el número de suicidios es mucho mayor que en nuestro País, los factores influyentes son otros, tales como el estrés que provoca la terrible competencia que existe entre los grupos jóvenes por lograr, según su visión, por conseguir los empleos mejor pagados para acceder a la élite de la riqueza material, así como la tremenda presión que viven en su etapa escolar, y por supuesto, en algunas naciones asiáticos también es causa, el concepto extremo del honor.
El suicidio, uno más de los pendientes del rezago del compromiso de servicio del Gobierno mexicano, y de la propia sociedad, embarcada en conductas alejadas de acciones que redunden en el crecimiento integral de su núcleo familiar. ¡Buenos días!