El Alcalde de San Pedro de los Aguaros, en aquella cómica película de “La ley de Herodes” es el mejor ejemplo para explicar lo que es el síndrome de Hybris o Hubris. Ocurre en personas que tienen valores morales muy débiles, que por azares del destino obtienen poder, y literalmente se vuelven loquitos.
Generalmente se da en políticos con poca experiencia y formación, y al tener (mucho o poco) poder, se creen omnipotentes. Como consecuencia de su soberbia, comenten errores como despotismo y actos de corrupción. Esos mismos errores les cuesta la pérdida del poder que obtuvieron previamente.
El término fue acuñado por el médico psiquiatra David Owen, en su libro “En el poder y en la enfermedad”. En su investigación, Owen diagnosticó el síndrome en algunos presidentes de Estados Unidos y Ministros de Gran Bretaña.
El término de “Hybris” proviene de la antigua filosofía griega, como descripción de un acto en el cual, un personaje poderoso, hinchado de desmesurado orgullo y confianza en sí mismo, trataba a los demás con insolencia y desprecio.
Las fases del síndrome de Hybris en los políticos tiene las siguientes etapas:
Primero el personaje gana la gloria y la aclamación de la sociedad al obtener un éxito inusitado contra todo pronóstico.
El poder se le sube a la cabeza, y empieza a tratar a los demás, simples mortales corrientes, con desprecio y desdén, y llega a tener tanta fe en sus propias facultades que empieza a creerse capaz de cualquier cosa.
Este exceso de confianza en sí mismo lo lleva a interpretar equivocadamente la realidad que lo rodea y a cometer errores.
Finalmente, el personaje se lleva su merecido y se encuentra con su “némesis”, que lo destruye. (Némesis es el nombre de la diosa del castigo. En el drama griego a menudo los Dioses ordenan la némesis porque se considera que en un acto de hybris, el perpetrador trata de desafiar a la realidad dispuesta por los mismos Dioses).
Según Owen, algunos de los síntomas conductuales que podrían dar lugar a un diagnóstico de síndrome de Hybris aumentan en intensidad, conforme aumenta en duración la permanencia de un jefe de Estado en el poder.
Estos síntomas son, entre otros: 1. Desmedida preocupación por la imagen, lujos y excentricidades; 2. Una inclinación narcisista a ver el mundo, primordialmente, como un escenario en el que pueden ejercer su poder, en vez de como un lugar con problemas que requieren un planteamiento pragmático; 3. Una excesiva confianza en su propio juicio y desprecio del consejo y la crítica ajenos; 4. Una exagerada creencia en lo que pueden conseguir personalmente.
Volviendo a la filosofía griega, Aristoteles en “Ética a Nicómaco”, nos dice que la virtud es el objeto principal del hombre de Estado. Para gobernar bien, es preciso que los hombres estudien el alma humana y practiquen permanentemente las virtudes.
Entonces, el único tratamiento para el síndrome de Hybris es realizar actos propios de cada una de las virtudes, para ir acostumbrándose a su práctica. Por analogía con el deporte, la práctica y el ejercicio, permiten adquirir una buena “forma física” que permite buenos resultados.
La práctica habitual y esforzada del bien, de la virtud, facilita su realización de modo estable en el carácter. Quien se esfuerza por decir siempre la verdad, termina diciéndola con mayor facilidad. Quien miente habitualmente se hace un mentiroso.
¿Al leer sobre el síndrome de Hybris, le viene a la mente alguno de nuestros gobernantes? A mí también.
Es cuanto....