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@rodolfodiazf
En el mito de Sísifo, Albert Camus se preguntó si valía la pena vivir, porque la vida se le antojaba un completo absurdo. Lo que buscaba era un fundamento firme que lo convenciera de que la vida tenía sentido.
Su inquietud sigue siendo válida, porque existen muchas circunstancias y episodios dolorosos a los que no se encuentra sentido y solución. Sin embargo, son estos momentos difíciles los que obligan a uno a pensar en profundidad, como señaló Karl Jaspers. Es decir, ante el dolor de las heridas, el ser humano se cuestiona intensamente y busca una explicación.
Muchos siglos atrás, Sócrates afirmó que una vida que no se examinara no merecía la pena de vivirse. En efecto, no se puede ambular como autómata en la vida, es preciso buscar una razón y motivación; de lo contrario, no se encontrará el coraje para sobrevivir, como lo demostró Víctor Frankl con su terrible experiencia en los campos de concentración.
En la pandemia actual, son también muchas las personas que sienten el flagelo del dolor, la enfermedad y la muerte. Sus corazones vibran intensamente, buscan mitigar su ardiente pena, hallar sentido a esa brutal experiencia y aplicar el bálsamo del consuelo en su dolor.
Carme Sans, en su libro “Te regalo la mirada, un itinerario espiritual de la ausencia a la presencia”, reflexionó profundamente sobre la muerte de su hija, la asumió y transformó su dolor:
“La muerte de un ser amado, y de forma especial la muerte de un hijo, hace temblar todos nuestros fundamentos. Y uno se pregunta: ¿hacia dónde voy? ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo sobrevivir? ¿Cuál es el sentido de todo esto? ¿Dónde encontrar sentido en la vida? ¿Cómo hacerlo? ¿Dónde encontrar los recursos para seguir viviendo?”
¿Encuentro el sentido en este aparente sinsentido?