El sentido de las pruebas

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    Lo que consideramos males no lo son necesariamente, ya que no pueden cambiar la actitud de un hombre bueno, al igual que los ríos y las lluvias no logran mutar la condición salada del mar por más que lleven agua dulce a su regazo.

    Los malos alumnos son incapaces de responder acertadamente las preguntas del maestro y se muestran incompetentes para resolver los exámenes de cada asignatura. Esta constante no se circunscribe solamente al terreno educativo, sino que en todos los campos de la vida se percibe la misma realidad.

    En efecto, a esta especie de “pruebas” está sometido el ser humano en todas las etapas y momentos de su vida. Incluso, no se les debe considerar una carga, molestia o suplicio, pues constituyen una especie de entrenamiento para fortalecer el ánimo y la voluntad.

    Hablando de la divinidad, en su tratado sobre La Providencia, Séneca le escribió a Lucilio: “A los hombres justos no los tiene rodeados de placeres: los somete a prueba, los endurece y así los va preparando para sí”.

    Indicó que, lo que consideramos males no lo son necesariamente, ya que no pueden cambiar la actitud de un hombre bueno, al igual que los ríos y las lluvias no logran mutar la condición salada del mar por más que lleven agua dulce a su regazo.

    Agregó que la adversidad y los reveses de la fortuna tienen su razón de ser, pues ayudan a templar el carácter de los hombres. Recordó una frase del filósofo cínico, Demetrio: “Nadie me parece más desdichado, que aquel a quien jamás le sucedió algo adverso”.

    Reiteró que solamente quien es sometido a la prueba, se dará cuenta de su auténtica grandeza: “Para tener noticia de lo que uno vale, es necesario haberse visto sometido a prueba: lo que cada cual puede alcanzar, no lo sabe sino probando... Conocerás al piloto de una nave en medio de la tempestad y al militar en el campo de batalla... Las calamidades son la mejor ocasión para la virtud”.

    ¿Soporto las pruebas?