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¡Quédate en casa!, es la recomendación más importante durante la pandemia, además del frecuente lavado de manos y sana distancia. Sin embargo, hay quienes no pueden quedarse en casa porque son médicos o enfermeros y se requiere su invaluable apoyo.
Asimismo, hay quienes no pueden quedarse en casa porque no su trabajo no es “home office” y necesitan desplazarse para ganar el pan que requiere su familia para subsistir.
Sin embargo, hay otras personas que se ven obligadas a salir de casa porque no pueden pagar la renta o la mensualidad de la hipoteca, debido a que perdieron su empleo y se les complicó la existencia con la llegada del coronavirus.
Peor aún es la situación de quienes su “modus vivendi” consiste hace tiempo en situación de calle, o la de quienes son forzados a abandonar su país por guerras intestinas, gobiernos dictatoriales o incapaces de brindar estabilidad y futuro a sus ciudadanos en medio de drásticas crisis.
Esta problemática ha propiciado que aumente el éxodo de migrantes, razón por la cual vemos cada día más gentes y familias solicitando apoyo en calles y cruceros.
En los números 37-41 de la Encíclica Fratelli tutti, el Papa Francisco invitó a reflexionar sobre esta dramática situación: “Muchos escapan de la guerra, de persecuciones, de catástrofes naturales. Otros, con todo derecho, «buscan oportunidades para ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se haga realidad”.
Agregó: “Comprendo que ante las personas migrantes algunos tengan dudas y sientan temores. Lo entiendo como parte del instinto natural de autodefensa”. Sin embargo, precisó: “Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes”.
No olvidemos ver a Jesús en el rostro de los migrantes.
¿Soy misericordioso con los migrantes?