Me entero que este lunes 26 de septiembre falleció el bien reconocido profesor José Guadalupe Rincón, uno de los pilares de la educación, no solo regional, y quien fuera maestro de no pocas generaciones, incluyendo periodistas, políticos, alcaldes y maestros del aula y de la vida.
Lamentable noticia para el viejo magisterio. No fue mi profesor en la Primaria Benito Juárez pero sí de mi hermana Betty en sexto año cuando yo estaba en primero, con Margarita Piña... yo le tenía miedo porque se veía muy estricto y hacía salir un poco tarde a sus alumnos cuando aún me iba con mi hermana de vuelta a casa; al final terminé yéndome de regreso mejor con mis amigos del cerro, bien vagos todos, en vez de estar afuera del aula con mi mochila.
Sin embargo, me di cuenta pronto de su carácter afable y paciente porque él nos enseñó y ensayó el bailable de “Mambrú se fue a la guerra”, donde todos desfilábamos vestidos de soldados franceses, con capa pluvial azul, quepí de legionario con una pluma de peluche a la manera de entorchado.
Algo no muy común fue esa coreografia, porque generalmente era tu propia maestra la que te enseñaba los consabidos pasos para la pieza que se usaba en el 10 de mayo, clausura de cursos y uno que otro concurso inter primarias.
Él nos instruyó de manera muy tranquila y con voz afable, aunque un día no me salvé de que me agarrara de las greñas por mi, ya desde entonces, invertebrada costumbre de hablar más de la cuenta y no tomar nada en serio. (Se usaban entonces también esos correctivos inmediatos, hoy ya en la nostalgia).
El profe Rincón tenía un gusto por las artes y años después, en un Carnaval en que lo entrevisté, me enteré de que participaba antes con gran entusiasmo el magisterio en comparsas y bailes de disfraces, e incluso habían apoyado la campaña de Libia Zulema López Montemayor, mamá de mi amiga Libia Farriols, Reina del Carnaval y luego Miss México. Uno de los pocos espacios públicos para la creatividad era nuestra máxima fiesta.
También supe que tenía un gran afecto por su directora, entonces mi tía Tita, Petra Rodríguez Imperial, que se jubiló a los 44 años de servicio y me comentó que iba a seguir su ejemplo. Logró romper su récord.
Incluso se modernizó y tuvo un cibercafé que era club de tareas en un fraccionamiento cercano a mi casa, que tenía el simpático nombre de “El Rincón del profe”. Cuando le comentaba a alguien que era justamente del profesor Rincón, todo mundo celebraba su excelente sentido del humor
La última vez que conversé con él fue cuando ocupé unos datos históricos del magisterio en Sinaloa y fui hasta la Loma Atravesada a la primaria que está ahí dentro, de la que por cierto fue director mi tío Hilario Xamán, y a la que se integró modestamente el maestro Rincón luego de terminar su periodo como regidor.
Y digo modestamente por su sencillez natural, ya que fui después de mediodía, a la hora más fuerte del calor y lo vi muy amable y tranquilo recibiendo a varias mamás del Estero del Infiernillo, a las cuales les estaba dando gafetes para poder entrar a la zona militar con sus niños. La verdad se veía muy contento, realmente feliz de estar en su elemento: la dirección de una escuela primaria. Me lo confirmó cuando minutos antes le llevaron su comida en envases de plástico y me dijo que ahí iba más tarde a disfrutarlo. La dirección era su verdadero hogar.
En la charla le pregunté si él había estado en un internado en la Normal, de esos semilitarizados donde salían a veces los profes muy estrictos, bien amargados, y me dijo que no: que él provenía de la Escuela Normal Rural de Tamaulipas.
En ese momento alzó la voz y nos dijo a todos que era una escuela rural como la de Ayotzinapa, suceso muy reciente entonces, en la que los profesores aprendían labores del campo para integrarse bien a su trabajo en las escuelas del interior del País.
A pesar de su filiación de origen priista y respeto al régimen, noté su fuerza y solidaridad con las víctimas al comentar el asunto, entonces aún neblinoso. Creo que el profesor José Guadalupe Rincón veía ahí algo más que yo y muchos de nosotros. Y lo sentía.
Tiempo después lo vi de paso en la Feria del Libro en la Universidad, donde apareció como anfitrión de un escritor que venía de su natal Tamaulipas y el cual se nos había desaparecido toda la tarde junto con otro... El maestro era amigo suyo y se los había llevado a comer unos buenos mariscos frente al mar, junto con otros amigos comunes, y el escritor estaba maravillado de la calidad de la comida y el aguante de los mazatlecos en esos momentos.
Con sorpresa me entero de su fallecimiento, justamente en este día en que se cumple un aniversario más del otro triste hecho de Ayotzinapa, y no dejo de pensar en ese simbolismo. Se confirma el fin de toda una época con su partida, aunque por fortuna aún contamos con muchos otros maestros que ven la enseñanza como un apostolado, una manera en que una sociedad mejora y crece dentro de un país en permanente aprendizaje.
Descanse en paz, profe Rincón, noble maestro de la vieja escuela.