alberto.kousuke@uas.edu.mx
Vas al supermercado, pisas un tapete seco de plástico, te toman la temperatura incorrectamente, y te proporcionan una dosis de gel antibacterial. La viscosa y refrescante sensación del gel antibacterial mientras se esparce sobre tus manos es el pan de cada día, la nueva normalidad.
Este método representa una alternativa simple al tradicional lavado de manos con agua y jabón. Es rápido, barato, y conveniente, especialmente cuando no existe una toma de agua cercana.
La mayoría de los geles antibacteriales utilizan alguna forma de alcohol, como el alcohol etílico o isopropanolol, como ingrediente activo. Otros ingredientes incluyen agua, glicerina, y alguna fragancia.
Algunos geles antibacteriales también utilizan compuestos antibióticos como el triclosán o triclocarbán. Estos ingredientes también se pueden encontrar en jabones y dentífricos.
El alcohol posee propiedades antimicrobianas, eso quiere decir que puede destruir gérmenes como bacterias y virus si se encuentra a una concentración adecuada (60-70%). Sin embargo, como con la mayoría de las cosas, su efectividad depende de varios factores.
Los microorganismos son destruidos por el alcohol por un proceso conocido como “desnaturalización”, el cual ocurre cuando las moléculas de alcohol se unen a las membranas de “grasa” que se encuentran en la superficie de las bacterias y virus. Cuando la membrana de grasa se degrada, los microbios pierden su forma y “mueren”.
Este proceso es similar a lo que ocurre cuando alguien se lava las manos con agua y jabón, no obstante, el jabón es más efectivo que el alcohol.
El alcohol es capaz de eliminar bacterias comunes como la E. coli, salmonella, y staphylococcus aureus; otras bacterias como el Enterococcus faecalis, cada vez se vuelven más resistentes al alcohol.
Este compuesto también destruye efectivamente virus como el herpes, hepatitis B, VIH, influenza, rinovirus, y coronavirus; pero no es efectivo contra el virus de la hepatitis A o el polio.
A pesar de que el alcohol es un compuesto adecuado para eliminar microorganismos, ser un germofobo (misofobo) obsesionado con la limpieza o llevársela de compras en medio de la pandemia ha hecho que varios de nosotros utilicen el gel antibacterial de manera rutinaria sin saber el daño que le hacemos a nuestras delicadas manos (y al cuerpo).
El triclosán añadido en varios de los geles antibacteriales es un antibiótico, tal como la penicilina o el ciprofloxacino. Así como los antibióticos mencionados previamente, el uso desmedido de triclosán contribuye al desarrollo de bacterias resistentes, las cuales son mucho más difíciles de destruir. Asimismo, este antibiótico también destruye a las “bacterias buenas” (flora bacteriana), las cuales nos protegen de las bacterias malas.
Un estudio de la CDC determinó que aquellos profesionales de la salud que utilizan gel antibacterial en lugar de jabón y agua tienen seis veces más probabilidades de contraer norovirus (gastroenteritis).
Además, un estudio de la FDA mostró que el triclosán ocasiona alteraciones hormonales y disminuye la función del sistema inmune.
Por último, si el gel antibacterial que utilizas tiene fragancia, es muy probable que esté cargado de químicos tóxicos. Las compañías no están obligadas a revelar los ingredientes que componen los aromas, usualmente hechos de decenas de químicos.
Las fragancias sintéticas contienen ftalatos, compuestos disruptores endócrinos que mimetizan la función de algunas hormonas y que pueden alterar el desarrollo y la función sexual.
Dejando fuera la resequedad que ocasiona el gel antibacterial, los efectos adversos que algunos de estos productos ocasionan deberían de hacernos pensar dos veces antes de seguir utilizándolos de manera rutinaria.
Nada vence al tradicional lavado con agua y jabón, y nada nos ayudará a evitar el contagio de coronavirus mas que el uso de cubrebocas y el distanciamiento social.