El Presidente en México y Estados Unidos es constitucionalmente jefe de Estado y jefe de Gobierno; no obstante, lo que ha caracterizado al presidencialismo mexicano son sus poderes metaconstitucionales -así definidos por Jorge Carpizo- sobre todo cuando fue gobernado por el PRI a lo largo de varias décadas y por Morena en el sexenio de López Obrador. En el caso de Estados Unidos, bajo la égida actual de Trump, su presidencialismo adquiere cada vez más las características metaconstitucionales del que ha imperado en México.
Uno de los poderes metaconstitucionales; es decir, sin que esté establecido en ninguna ley y menos constitucional, es que el Presidente tenga un dominio casi absoluto sobre los poderes Legislativo y Judicial. En México así fue por décadas, mientras imperó el sistema de partido casi único; sin embargo, en 1997, por primera vez en la historia moderna de nuestro País, los partidos de Oposición, sobre todo por el PRD de esos años, impidieron que el PRI, durante el sexenio de Ernesto Zedillo, pudiera mantener el control del Poder Legislativo, particularmente en la Cámara de Diputados. El PAN durante los sexenios de Fox y Calderón simplemente no lo pudo hacer porque no tenía los suficientes diputados y senadores para someter al Legislativo. Y López Obrador no logró sujetar al Poder Judicial durante su mandato porque, al margen de las diferentes interpretaciones de las leyes mexicanas, tenía claras diferencias ideológicas y políticas con la mayoría de los integrantes de la Suprema Corte de Justicia. Es decir, el presidencialismo mexicano plenamente metaconstitucional se empezó a resquebrajar en 1997, si embargo, no perdió todas sus atribuciones clásicas.
Otra característica del presidencialismo mexicano hasta los inicios del sexenio de Salinas de Gortari, cuando éste reconoció el triunfo del PAN en Baja California, es que, en los hechos, el Presidente elegía los gobernadores y las elecciones eran una mera simulación o mero trámite. Los presidentes emanados del PRI después de Salinas de Gortari seguían destapando a sus candidatos a gobernadores -no sin frecuentes jaloneos o negociaciones internas- aunque ya no siempre ganaran porque el sistema político se estaba abriendo aún con muchas resistencias priistas. Durante los dos sexenios presidenciales del PAN, Fox y Calderón no siempre impusieron a sus candidatos a gobernadores u otros puestos de elección popular porque el blanquiazul gozaba de una mayor independencia partidaria.
Al arribar López Obrador con Morena a Palacio Nacional, el presidencialismo tradicional mexicano empezó a recuperar muchas de sus atribuciones, aunque sólo lo logró a plenitud en los últimos meses de su mandato, particularmente en el Poder Legislativo. De esta manera, en apariencia, le heredaba a Claudia Sheinbaum, mediante reformas constitucionales, los poderes absolutos del presidencialismo clásico en una etapa histórica distinta. No está del todo claro que vaya a ser así, pero los críticos de la 4T señalan insistentemente que, con la nueva reforma constitucional para elegir a los miembros del Poder Judicial, Morena y la Presidenta Sheinbaum van a tener un control absoluto sobre jueces y magistrados, retrocediendo a los viejos tiempos del priismo clásico donde no había división de poderes, restaurando plenamente el presidencialismo metaconstitucional.
Quizá eso suceda, pero lo que sí no estamos viendo es que ni en la Cámara de Diputados ni en la de Senadores, hegemonizados por Morena y sus aliados, muestran un acatamiento a las iniciativas de la Presidenta Claudia Sheinbaum, aunque sí lo hayan hecho a las que envió López Obrador antes de salir de Palacio Nacional. Esto es muy claro cuando la doctora Sheinbaum presentó su iniciativa para impedir la reelección inmediata y para prohibir el pase inmediato de cargos públicos entre familiares a partir de 2027, pero sus aliados del Partido Verde y miembros relevantes de Morena maniobraron para que la nueva ley se aplique hasta 2030 y así militantes del Verde y de los grupos de Morena, destacadamente el de Adán Augusto López, en el Senado, y el de Ricardo Monreal, en la Cámara de Diputados, puedan aspirar a ser candidatos a gobernadores en San Luis Potosí, Zacatecas y Guerrero. A López Obrador jamás se le insubordinó ningún Legislador en temas relevantes, mientras que a Claudia Sheinbaum sí. Es, pues, evidente que la Presidenta, al menos en esta primera iniciativa que presentó, no pudo ejercer el poder del presidencialismo metaconstitucional.
Si esto se concreta, vamos a ver si otra facultad metaconstitucional clásica, como es la de decidir los candidatos a gobernadores, diputados federales y senadores, la intenta ejercer la Presidenta Sheinbaum en 2027, o el poder real del partido lo tiene Andrés Manuel López Obrador a través de su hijo que lleva el mismo nombre. Si en las próximas elecciones estatales en Zacatecas y Guerrero son postulados por Morena Saúl Monreal y Macedonio Salgado estaremos comprobando que Claudia no tiene el control del partido, el cual estaría en manos de López Obrador a través de la mediación del junior Andrés Manuel.
La Presidenta Sheinbaum Pardo está haciendo un enorme e inteligente esfuerzo por gobernar, la mejor muestra es su política de seguridad que ha dado pasos firmes, pero es evidente que desde el Poder Legislativo y de Morena están haciendo todo lo posible por acotarla.
Sólo voces insensatas y oportunistas se oponían a que se realizara el Carnaval de Mazatlán este año. No haberlo hecho dañaría enormemente la ya golpeada economía del puerto y minaría aún más su confianza en que, por fin, se están viendo logros en el combate al crimen organizado.