Desde los tiempos del viejo PRI ningún partido había tenido tanto poder como Morena. Sin embargo, una gran diferencia es que en la anterior etapa no había competencia electoral real ni la crítica opositora de los medios de comunicación convencionales al gobierno en turno. Otra circunstancia diferente e importante es que la gran mayoría de los principales empresarios estaban del lado del PRI.
Morena ganó abrumadoramente las elecciones de 2018, y en 2024, cuando era difícil esperarlo, obtuvo una mayor votación que seis años antes. Es decir, su respaldo popular es enorme y, por lo mismo, su legitimidad ante las mayorías también lo es.
Su arrasador triunfo en las elecciones del 2 de junio y la alta probabilidad de que, junto a sus aliados, tenga el número suficiente de diputados federales y el control de la mayoría de los congresos estatales, le permitirá profundos cambios constitucionales que incrementarán su poder aun más.
La oposición sostiene que Morena y sus aliados estarán sobrerrepresentados en la próxima legislatura, pero la letra de la ley constitucional sobre el tema textualmente se refiere a los partidos en lo individual y no a la coalición de partidos. En esas circunstancias, lo más probable, es que el INE haga una interpretación jurídica apegada a lo que dice literalmente la letra constitucional, como normalmente hacen los abogados en casos muy polémicos. Pero, además, la correlación de fuerzas, sostenida por casi el 60 por ciento de la votación en favor de Claudia Sheinbaum, crea un escenario político muy inclinado a Morena. Es decir, el INE difícilmente haría interpretación diferente a lo que textualmente dice la actual ley, máxime que la oposición partidaria es muy débil y carente de legitimidad.
Por otra parte, los organismos empresariales y los grandes empresarios en lo particular no parecen estar muy dispuestos a confrontar a Morena en ese terreno. Así las cosas, en el escenario nacional no parece haber ninguna fuerza opositora que pueda impedir que Morena se alce como una fuerza política abrumadora en el Poder Legislativo y, con los cambios constitucionales, también en el Poder Judicial.
En realidad, tal y como han señalado numerosos comentaristas, la única posibilidad de que las reformas a la Constitución que propone el Presidente López Obrador, y más particularmente, la reforma al Poder Judicial, no se concreten tal y como las presentó el Ejecutivo, es que los capitales globales, particularmente los de origen estadounidense, presionen a tal grado que la iniciativa presidencial sea limada.
Ahora bien, la probabilidad de que Donald Trump sea electo Presidente en noviembre, añade un factor externo que obligadamente tiene que ser tomado en cuenta para que Morena busque pasar la reforma al Poder Judicial tal y como la propone López Obrador. Si el republicano habla en contra de la reforma en plena campaña y antes de que se legisle en México, la bancada de Morena tendrá que pensarla dos veces. Si las opiniones de Trump con lo que respecta al TMEC ya provocaron declaraciones adversas de Musk en cuanto al asentamiento de TESLA en Nuevo León, lo más probable es que habría más posturas de ese tipo tanto en líderes políticos como empresariales de Estados Unidos si la propuesta de reforma al Poder Judicial en México no les gusta. Aunque, dice el economista Enrique Quintana, de El Financiero, que el anuncio de Musk se explica más bien por la disminución de sus ventas ante sus competidores chinos. Por otra parte, agrega Quintana, otras importantes inversiones extranjeras en México siguen en pie.
En la vieja etapa del partido casi único, sobre todo antes de la puesta en marcha del TLC en 1994, los gobiernos priistas podían hacer todos los cambios legislativos que se les ocurrieran sin que a las empresas y políticos estadounidenses les importara gran cosa porque los intereses gringos estaban garantizados. Pero en la etapa del TMC, ya con Morena en el poder, con un intercambio comercial entre Estados Unidos y México gigantesco, que prácticamente nos hace dependientes de la economía estadounidense, los gringos son, inevitablemente y más que nunca, actores reales de poder en el juego mexicano. Esta realidad es una aparente paradoja porque siempre se dijo que un gobierno de izquierda en México no permitiría injerencia norteamericana en los asuntos internos de nuestro País, pero los duendes económicos contemporáneos contundentemente dictan otra cosa. Así, pues, a la hora de legislar Morena también tendrá que pensar más allá de sus fronteras.
Ahora bien, aunque no es descartable que Kamala Harris, quien probablemente será la candidata del Partido Demócrata, relevando a Joe Biden, empareje los momios en las apuestas y encuestas para las elecciones presidenciales de noviembre, no parece haber suficiente tiempo para pensar que las presiones sobre México que blande Trump sean ignoradas antes de que se discuta la propuesta de reforma al Poder Judicial.
Así pues, Morena tendrá una enorme fuerza política institucional a partir del primero de octubre de 2024, mayor a la que ha tenido López Obrador, pero sin la presencia del caudillo en Palacio Nacional y en Las Mañaneras, no es fácil imaginar qué va a pasar al interior de la 4T, en los tres poderes, en la relación con la ciudadanía y en el trato con Estados Unidos, a pesar del arrollador triunfo y las expectativas de un buen gobierno de la Dra. Claudia Sheinbaum.
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