El escritor mexicano José Emilio Pacheco escribió en alguna ocasión: “De Vargas Llosa se diría que no escribe para los que van a leerlo, sino a releerlo”. Esta frase cobra mayor vigencia en estos días que nos enfrentamos a la muerte del autor peruano. Tal vez hayamos leído algunas de sus obras, pero su deceso nos proporciona la ocasión para releerlo y ponderar de manera diferente la viveza de sus textos.
Borges aconsejó siempre la relectura: “Lo mejor de la lectura, es la relectura”, señaló en una de las siete conferencias que pronunció en Buenos Aires, en 1977: “He tratado más de releer que de leer. Creo que releer es más importante que leer, salvo que para releer se necesita haber leído”.
Después de repasar esta verdad de Perogrullo, acerca de que para releer se necesita primeramente haber leído, citemos a Cristian Vázquez, periodista argentino, quien apuntó que al volver sobre el texto no solamente lo leeremos de otro modo, sino que nosotros tampoco seremos los mismos:
“El cambio más significativo no se produce en el texto, sino en la manera de leer. Y esto último se produce porque inevitablemente el hombre cambia, y con él su mirada. Releer también es dejar que los libros nos lean a nosotros y nos cuenten cómo hemos cambiado. Algo que vale incluso para los libros que uno mismo ha escrito: Quiero insistir en la conveniencia de que todo escritor debe releerse a sí mismo, pues sólo entonces descubres muchas cosas de tus libros y de ti mismo”.
La relectura nos invita a degustar con mayor placer los textos que habíamos probado, pero sin paladear con fruición. El texto ya no parecerá el mismo, porque nosotros tampoco seremos los mismos.
¿Gozo y disfruto el discreto placer de releer?