El pelagianismo (2)

BUHEDERA
    ‘El pelagianismo surgió como doctrina en el Siglo 5, y fue condenado por la Iglesia de forma definitiva el año 417. Negaba la existencia del pecado original y consideraba que se trataba de una falta que habría afectado solo a Adán, por lo que la humanidad nacía libre de culpa y una de las funciones del bautismo, concretamente la de limpiar ese supuesto pecado, quedaba así desprovista de sentido’.

    Me encontré esta palabra en la ficha sobre la filiación religiosa del economista, abogado y actuario español Jesús Huerta de Soto (edad 66), de la escuela austriaca.

    WIKIPEDIA (ficha editada):

    El historiador Peter Brown argumentó que el pelagianismo apelaba «a una poderosa tendencia centrífuga en la aristocracia de Roma: una tendencia a la dispersión, a formar un patrón de pequeños grupos, cada uno de los cuales se esforzaba por ser una élite, cada uno de los cuales estaba ansioso por elevarse por encima de sus vecinos y rivales, los residentes de clase alta promedio de Roma».

    El poderoso administrador romano Paulino de Nola era cercano a Pelagio y al escritor pelagiano Juliano de Eclana, y el antiguo aristócrata romano Celestio fue descrito por Gerald Bonner como «el verdadero apóstol del llamado movimiento pelagiano». Muchas de las ideas promovidas por Pelagio eran las predominantes en el cristianismo contemporáneo, defendidas por figuras como Juan Crisóstomo, Atanasio de Alejandría, Jerónimo e incluso el Agustín temprano.

    El pelagianismo surgió como doctrina en el Siglo 5, y fue condenado por la Iglesia de forma definitiva el año 417. Negaba la existencia del pecado original y consideraba que se trataba de una falta que habría afectado solo a Adán, por lo que la humanidad nacía libre de culpa y una de las funciones del bautismo, concretamente la de limpiar ese supuesto pecado, quedaba así desprovista de sentido. Además, defendía que la gracia divina no tenía ningún papel en la salvación y que solo importaba obrar bien siguiendo el ejemplo de Jesús.

    Vida

    Aparte de los principales episodios de la controversia pelagiana, poco o nada se conoce sobre la vida de Pelagio. Son más abundantes las fuentes tras su salida de Roma en el 411, hasta después del 418, cuando de nuevo se produce un silencio sobre su persona en la Historia. Como, según San Agustín (De peccat. orig., XXIV) testifica, Pelagio vivió en Roma «por largo tiempo», podemos suponer que residió allá al menos desde el pontificado del papa Anastasio I (398-401). Respecto a su larga vida antes del año 400 y, sobre todo respecto a su juventud, todo es oscuridad; incluso el lugar donde nació está en discusión. Mientras que testimonios fiables, como Agustín, Orosio, Próspero y Mario Mercátor, son absolutamente explícitos en asignar Britania como su país nativo, como así parece según su nombre familiar: Brito o Britannicus. Jerónimo lo ridiculiza como «escocés», quien, habiendo sido «rellenado con gachas de avena escocesa» (Scotorum pultibus proegravatus) sufre de débil memoria.

    Argumentando correctamente que los «escoceses» de aquellos días eran realmente los irlandeses, H. Zimmer ha adelantado razones de peso para la hipótesis de que el verdadero lugar de origen de Pelagio debiera ser buscado en Irlanda, y que habría permanecido en el sudoeste de Gran Bretaña sólo en tránsito hacia Roma. Alto de estatura y corpulento de apariencia, Pelagio tenía educación superior, hablaba y escribía bien, con gran fluidez, tanto el latín como el griego, además de lo cual era versado en teología. Fue monje, entregado consecuentemente a prácticas de ascetismo, pero nunca fue clérigo. Tanto Orosio como el Papa Zósimo lo llamaron «hombre de leyes». En la misma Roma gozó de reputación por su austeridad. S. Agustín lo llama «varón santo», vir sanctus. Mantuvo una edificante correspondencia -que más tarde usó para su defensa personal- con San Paulino de Nola (405) y otros prominentes obispos.

    Después del Concilio de Éfeso (431), el pelagianismo no ocasionó más disturbios en la Iglesia griega, de manera que los historiadores del Siglo 5 no mencionan ya la controversia ni los nombres de los heresiarcas. Pero los rescoldos de la herejía continuaron encendidos en Occidente y ésta murió muy lentamente.

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