El PAN, un poco sobre sus orígenes

EL OCTAVO DÍA
    Desde su inicio, el partido se conformó como una organización de cuadros, esquema que mantuvo con éxito por largo tiempo. Esa podría ser una explicación de que cómo un partido que, en los hechos era muy pequeño pero con una militancia muy activa y comprometida, obtenía una mayor cantidad de votos, aún en sus tiempos magros.

    Cerramos hoy el recuento que hemos hecho aquí sobre el nacimiento de algunos partidos políticos y un poco de luz sobre su accionar en Sinaloa.

    El Partido Acción Nacional nació en el complicado mes de septiembre de 1939, tiempo convulso para la nación y el mundo.

    Apenas el día primero de ese mes, Alemania había invadido Polonia, abriendo las puertas de la Segunda Guerra Mundial. Y el previo pacto germano-soviético encendió las alertas de todo el orbe, incluyendo al de una desconcertada izquierda internacional.

    Aquí en México, el movimiento del cardenismo había alcanzado sus momentos cumbres y el reparto de tierras y la educación socialista se aplicaban de manera intensa, con no pocos conflictos políticos e intervenciones militares.

    Sinaloa no estuvo exenta de esas turbulencias. En el sur, el reparto de la tierra a los agraristas venidos de fuera del estado, encaró una feroz oposición de los terratenientes que llegó a la lucha armada, la llamada guerra del monte, que tuvo como punto de ebullición el asesinato del Gobernador Rodolfo T. Loaiza. En Los Mochis se dieron fuertes disturbios en torno al ingenio azucarero y un naciente movimiento obrero bastante digno de atención.

    Así fue como un sector social, con grandes semejanzas a la democracia cristiana de otros países, se agrupó en diferentes partes del país. Destacaban los empresarios grandes y medianos, además del sector religioso de la población que había sido dejado de lado frente a la reformas laicas que a muchos aterrorizaban, por sus semejanzas con las impuestas en los años 20 en la Unión Soviética.

    No olvidemos que el conflicto religioso de la Guerra Cristera acababa de concluir gracias a la mediación del gobierno de Estados Unidos, impulsado por los obispos y cardenales de esa nación. Aunque en el caso del PAN podríamos hablar más de un sector creyente más que religioso, que a pesar de su visión de derecha, no se volvió una herramienta gringa y medió hábilmente con un gobierno altanero.

    En ese Sinaloa de 1939, y con base a documentos que recientemente compartió el historiador Ernesto Montoya Sandoval y cuya información pesa en el resto de este artículo, destacó entre las figuras fundadoras al periodista Alejandro Avilés, a Alberto Avilés y César Cervantes en Culiacán y Guasave.

    Por Ahome se registran a Benito e Ignacio Bermúdez y en Mazatlán es más copiosa la participación con los hermanos Clemente y Salomé Vizcarra; Alfonso y Bernardo J. Gastélum.

    En el caso de Mazatlán, en el marco de sus entonces llamadas “Redes de Amistad” destaca la presencia de dos figuras de peso nacional. Ni más, ni menos que el Ing. Manuel Bonilla, quien fue maderista de la primera hora y formó parte del gabinete de don Francisco como Ministro de Comunicaciones.

    La otra personalidad fuerte fue el doctor Bernardo J. Gastélum, intelectual miembro del grupo Los Contemporáneos, a quien apoyó durante su gestión en la Secretaría de Salud. Autores como Xavier, Villaurrutia, Salvador, Novo, y hasta Gilberto Owen deben a este gran personaje que también fue Rector de la Universidad autónoma de Sinaloa y luego director de la escuela preparatoria Pro Cultura Regional de Mazatlán, germen de la Preparatoria Mazatlán de la UAS, hoy un Centro Cultural que tengo el honor de dirigir.

    Las demás Redes de Amistad incluyen, además de los ya mencionados, a los doctores Heriberto Murillo, Rigoberto Aguilar, Mario Vizcarra, al Lic. Leonardo Álvarez Fárber y el señor José Vicente Laviada. (Aunque todo podría indicar que el apellido correcto sería Laveaga, distinguida familia militante de acción nacional, el apellido Laviada aparece escrito así en el documento de 1939, tal como me lo mostró el Mtro. Ernesto Montoya. ¿Habría ya correctores automáticos involuntarios? Nuestro deber es apegarnos a como está escrito)

    Desde su inicio, el partido se conformó como una organización de cuadros, esquema que mantuvo con éxito por largo tiempo. Esa podría ser una explicación de que cómo un partido que, en los hechos era muy pequeño pero con una militancia muy activa y comprometida, obtenía una mayor cantidad de votos, aún en sus tiempos magros.

    Las organizaciones de izquierda tenían en Sinaloa mucho más militantes, pero eso no siempre se tradujo en votos. Era el de Acción Nacional un ideario más cercano no solo a la afligida clase social urbana, sino que llegaba a diversos espacios de los más disimiles, ansiosos de un cambio lo más terso posible.

    Sería en los años 80 el periodo en que surge el neopanismo, cuando Acción Nacional cobra otro nivel en Sinaloa. Empresarios como Manuel J. Clouthier, Emilio Goicoechea, Humberto Rice García y muchos más se entregaron con un distinto tipo de militancia, más agresiva contra el poder establecido.

    Decepcionados, e incluso agredidos por las políticas monetarias y autoritarias del Estado mexicano, los nuevos panistas nacionales asumieron una propuesta firme que en Chihuahua prendió las alarmas del priismo.

    También recurrieron a otro estilo de campañas, usando sus aprendizajes obtenidos en el desempeño empresarial y el uso de la publicidad, insistiendo en una desobediencia civil inspirada en la película de Gandhi de 1983 y por fortuna, lejana al lamentable “Cacerolazo” chileno, caldo de cultivo para el golpe de Estado de Pinochet.

    Ese crecimiento logró algidez en Sinaloa en 1989, al defenderse las elecciones sinaloenses con movimientos de resistencia pacífica.

    En aquellos momentos bullía el festival cultural Sinaloa, una de las perlas del gobierno de Francisco Labastida, y los grupos abanderados aparecían en los eventos masivos o afuera de los teatros como presencia simbólica y precisa.

    Más adelante, los ánimos caldeados fueron ascendiendo, e incluso hubo un incendio del Palacio Municipal de Culiacán. El saldo fue que finalmente se reconoció el triunfo de Humberto Rice García, y se creó la sospecha de que se había negociado la capital de Culiacán, a cambio.

    A pesar de que el triunfo de Rice García era muy notorio, frente a una fuerte campaña del arquitecto Raúl Cárdenas Duarte, se afirmó que era un pago a destiempo por la cerrada elección de 1984 contra Quirino Ordaz Luna.

    Mazatlán habría sido el primer caso de “concertación”, pero ahí inició un proceso de alternancia que en buena hora no ha dejado de mantenerse.

    Sabemos que faltan nombres y episodios célebres, pero solo hicimos hincapié en sus primeros pasos, en base a estos documentos puestos recientemente a circulación de vuelta.

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