@oscardelaborbol / SinEmbargo.MX
Hay una sensación de extrañeza frente al mundo que va creciendo cada día hasta volverlo incomprensible. No se trata de una experiencia personal, sino de un sentimiento que descubro generalizado en mis amigos, en mis familiares y hasta en mis vecinos. Una vaga impresión como si el mundo amaneciera de otro color, con un arriba y un abajo distintos.
Y cuando digo mundo no creo estar haciendo una exageración, sino una sencilla comparación con lo que ocurría hace apenas unos pocos años y lo que pasa hoy: estamos ya en un mundo nuevo. Si me asomo a mi archivo de hace 10 o 15 años no me encuentro con esta humanidad absorta contemplando una pantalla ni recuerdo a la gente encerrada en un diálogo hipnótico con su celular; los conductores veían al frente o a los lados mientras esperaban la luz verde; en los restoranes platicaban, en las calles veían por donde iban o curioseaban lo que había en los aparadores. Hoy, en cambio, están sin estar, van sin ir, perdidos en la realidad que les brindan sus pantallas, por solo mencionar lo más obvio, pues tras esas pantallas está el verdadero mundo en el que viven, pues ahí se enamoran, ahí compran, ahí venden, ahí se informan, ahí estudian, ahí se forman una opinión, ahí hacen de todo, hasta satisfacer en soledad sus necesidad sexuales; en una palabra: viven ahí.
Hoy quisiera entender uno, al menos uno de esos cambios profundos que ha traído lo que todos conocen como la Era Digital, nuestro tiempo en el que todo está al alcance del dedo, que es lo que significa “digital”: digitus es dedo en latín.
¿Qué ha ocurrido con la “indignación” en la Era Digital? Primero entendamos el concepto; para ello me remito al Diccionario de los Sentimientos de José Antonio Marina: “El agravio supone una alteración de lo justo. La indignación es la respuesta sentimental a lo incorrecto”. Analicemos esta definición: el agravio viola lo justo, lo correcto, aquello que merecemos por nuestra dignidad; la indignación es la respuesta sentimental cuando no somos tratados dignamente. Hoy, como siempre, eso ocurre a quienes padecen directamente el agravio: se indignan los implicados. Pero ¿qué pasa con la sociedad? ¿Existe un sentimiento de indignación social? ¿O la Era Digital, que nos mantiene a todos con la cara metida en la pantalla, nos tiene saturados de indignidades, sobreinformados, y nos ha hecho perder la capacidad de indignación, salvo -claro está- a aquellos a quienes directamente afecta el agravio? Creo que esto último es lo que lamentablemente ocurre.
Esto explica en parte la polarización social: la avalancha de indignidades ha adormecido a la sociedad y solo los afectados experimentan una indignación que, al no encontrar eco en la sociedad, los lleva a extremar sus medios de protesta, lo que a su vez los aísla aún más. Lo que a su vez los lleva a seguir extremando sus acciones en un círculo sin fin, que no es otra cosa que el círculo del odio.