A nadie le importa demasiado en México, pero las últimas cifras de flujos migratorios de México a Estados Unidos son alarmantes. Para el mes de abril, Customs and Border Enforcement reportó 234 mil “encuentros” con personas intentando ingresar a Estados Unidos sin papeles, 12 mil más que en marzo. Se trata de la cifra global más elevada desde que se tiene registro. El mes pasado seguía vigente el llamado Título 42, que ha fungido como un disuasivo eficaz contra la migración durante la pandemia, pero en principio Biden piensa derogarlo el 23 de mayo.
En lo que va del ejercicio 2022 -que comenzó el 1 de octubre- han sido detenidos más de un millón de personas del lado estadounidense de la frontera, los mexicanos representando la tercera parte, los demás siendo centroamericanos, haitianos, ecuatorianos y, cada vez más, cubanos. Conviene recordar que, en el caso de los mexicanos, puede tratarse de una misma persona detenida varias veces, ya que son deportados de inmediato a su país, casi nunca solicitan asilo y pueden fácilmente volver a intentar el cruce. Los demás no solo no huyen de las autoridades estadounidenses, sino que, en la mayoría de los casos, se entregan para poder iniciar de inmediato su proceso de audiencias para el asilo. Estos son los que Trump y Biden le encajaron a López Obrador, decisión ante la cual, según Trump, el Secretario de Relaciones se “doblegó” como nadie, nunca. De todas maneras, el número de mexicanos -81 mil- después de los 87 mil de marzo, es el más alto desde 2007, y una importante proporción de los aprehendidos -CBP calculó entre 30 y 40 por ciento- logran finalmente internarse al país. En otras palabras, todos los días emigran con éxito unos mil mexicanos. Hazaña de la 4T.
Pero el dato más interesante involucra a los cubanos. Según los datos de CBP, 114 mil cubanos fueron objeto de un “encuentro” entre octubre y abril. Prácticamente todos permanecen en Estados Unidos, ya que México solo los recibe a cuentagotas (veremos por qué), y las autoridades estadounidenses no pueden deportarlos directamente a la isla, por varias razones. Aunque Obama canceló la política de “pies secos, pies mojados” en vigor para los cubanos desde 1994, la Cuban Adjustment Act de 1965 sigue vigente. Es muy difícil deportar a Cuba a un cubano presente en suelo norteamericano que solicita asilo, tiene familia en Estados Unidos, y sabe manejarse (saben: son muy listos).
El flujo cubano se disparó a partir del mes de noviembre, cuando el gobierno de Nicaragua, instado obviamente por La Habana, suprimió el requisito de visa para recibir a nacionales de la isla. Decenas de miles de cubanos han desembarcado en el aeropuerto de Managua, para luego seguir su camino a México y Estados Unidos como pueden. El drama isleño ha sido muy bien descrito por el corresponsal de El País en Cuba, a quien nadie puede acusar de anti-castrista.
Si incluimos los números de la primera quincena de mayo, proyectados a partir de los 35 mil cubanos que arribaron a territorio estadounidense en abril, la suma desde octubre alcanza 130 mil personas, más que durante el Mariel en 1980 (fueron 125 mil que llegaron a Miami en aquella época, más los que se comieron los tiburones) y cuatro veces más que la crisis de los balseros y el maleconazo de 1994. Se trata del 1 por ciento de la población de Cuba que ha huido en los últimos seis meses, como si se hubieran ido 1.3 millones de mexicanos.
¿Por qué se van ahora? Obvio no por el supuesto bloqueo, que existe desde 1961, ni por las nuevas restricciones de Trump de 2017-2018, aunque en algo pueden haber contribuido. La pandemia seguramente agudizó al éxodo, así como la represión después del 11 de julio del año pasado. Pero la situación económica cubana, siempre patética, ahora se ha vuelto catastrófica. Y como siempre ha sucedido desde principios de los años 60, cuando la tensión social en Cuba se agudiza, el régimen abre la válvula de escape y alienta la salida. Lo hicieron al principio, luego en 1965 con el puente aéreo de Camagüey, con el Mariel y los balseros. Ahora es vía Nicaragua, con la anuencia de México.
¿Qué tenemos que ver nosotros? Muy sencillo. Biden quiere que López Obrador reciba a los mil cubanos cotidianos que se le presentan. López Obrador, según medios de Estados Unidos, aceptó en teoría unos 100 diarios, pero ni siquiera ellos arriban a México, por ahora. Por una razón muy sencilla: Cuba no los quiere en Cuba, y se lo hace saber a López Obrador, y él no los quiere en México, porque son más rebeldes, traviesos o argüenderos que otros migrantes. Biden presiona, y a la vez relaja las restricciones de Trump ahora, para tratar de convencer a la dictadura de La Habana que restrinja las salidas. Tal vez lo haga, pero necesita recibir mucho a cambio. No solo una invitación a la Cumbre de Los Ángeles, que solo le importa a López Obrador, por razones misteriosas, o francamente incomprensibles.