El maíz no es el futuro de Sinaloa

    El estado de Sinaloa, conocido por su rica tradición agrícola, enfrenta un desafío creciente en su capacidad para sostener cultivos de maíz debido a la creciente escasez de agua, exacerbada por el calentamiento global.

    Las tradiciones son una forma de honrar a los que ya no están, pero aferrarse al pasado puede ser contraproducente, especialmente cuando enfrentamos desafíos como el calentamiento y la sequía global.

    El maíz y sus parientes silvestres, los teocintles, pertenecen al género Zea de la familia Gramínea o Poaceae, que también incluye cultivos agrícolas importantes como el trigo, arroz, avena, sorgo, cebada y caña de azúcar. Diversos hallazgos arqueológicos, como cerámica y herramientas de piedra, junto con estudios de sedimentos y restos vegetales, sugieren que el maíz fue domesticado hace unos 8000 años. Esta evolución es el resultado de la interacción entre procesos biológicos, factores ecológicos y la dinámica cultural humana.

    Investigaciones sobre la constitución cromosómica de diversas razas de maíz en México han confirmado que la domesticación del maíz ocurrió de manera independiente en cuatro regiones de México: dos en la zona de Oaxaca-Chiapas, una en las tierras altas y otra en las tierras medias al norte de Morelos y Guerrero.

    Aunque el período exacto de domesticación y los ancestros específicos del maíz no están completamente definidos, se estima que hacia el año 3000 antes de la era moderna, la domesticación de plantas en el centro-sur de México estaba plenamente establecida. La introducción del maíz al noroeste de México y al suroeste de Estados Unidos se atribuye a la dispersión de grupos hablantes de lenguas yuto-aztecas durante los primeros siglos después del periodo Altitermal, aproximadamente 1500 años después de su domesticación inicial.

    De acuerdo con la Agencia de Servicios a la Comercialización y Desarrollo de Mercados Agropecuarios, en México existen 59 variedades criollas de maíz en México. Los principales Estados productores son Sinaloa (22%), Jalisco (14%), México (8%), Michoacán (7%), Guanajuato (6%), Guerrero (5%), Veracruz (5%), Chiapas (5%), Chihuahua (4%), Puebla (4%) y el resto de los Estados representan el (20%) restante. México ocupa el 8° lugar en producción mundial de maíz, y exporta a 17 países, en términos de valor principalmente a Venezuela (58%), Kenia (33%) y Estados Unidos (4%), entro otros (6%) lo que nos ubica como el 10° Exportador mundial de maíz grano.

    El estado de Sinaloa, conocido por su rica tradición agrícola, enfrenta un desafío creciente en su capacidad para sostener cultivos de maíz debido a la creciente escasez de agua, exacerbada por el calentamiento global.

    De acuerdo con un estudio de BBVA Research del 2020, basado en datos de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), Sinaloa utilizó el 10.6% del agua nacional (Sinaloa es el estado más gastador de agua), lo que equivale a más de 9,000 millones de metros cúbicos. El 93% de este consumo se destinó al sector agropecuario (informe titulado “agua ya no pasa por mi casa: una revisión de la situación hídrica actual”).

    El maíz, uno de los cultivos más importantes de México, requiere una cantidad significativa de agua para su crecimiento. Se estima que el maíz necesita entre 900 y 1,400 litros de agua por kilogramo producido (de acuerdo con la CONAGUA, 1,222 litros, en promedio). Este nivel de consumo es insostenible.

    El cambio climático ha afectado gravemente los patrones de precipitación y las temperaturas en Sinaloa. La reducción en las lluvias y el aumento de las temperaturas han intensificado la sequía, reduciendo la disponibilidad de agua tanto superficial como subterránea. Las temporadas de lluvia son cada vez más erráticas, y los periodos de sequía se han prolongado, poniendo en riesgo la agricultura que depende del riego constante, como es el caso del maíz.

    La sobreexplotación de los recursos hídricos para el cultivo de maíz en Sinaloa tiene consecuencias ecológicas y económicas. La extracción excesiva de agua subterránea ha llevado a la disminución de acuíferos y la degradación de ecosistemas locales. Económicamente, los agricultores enfrentan mayores costos de producción debido a la necesidad de infraestructuras de riego más sofisticadas y caras, junto con una menor productividad debido a las condiciones climáticas adversas.

    En Sinaloa, tierra fértil y próspera, la agricultura ha sido durante mucho tiempo el pilar de la economía local. Sin embargo, a medida que enfrentamos desafíos ambientales cada vez más urgentes, como la escasez de agua y el cambio climático, es evidente que el modelo actual de agricultura, centrado en cultivos intensivos en agua como el maíz, no es sostenible a largo plazo.

    Uno de los aspectos más preocupantes es el hecho de que más del 90% del agua disponible en la región se destina a la agricultura. Esta alta demanda hídrica, combinada con el consumo considerable de agua por parte del maíz y otros cultivos, está ejerciendo una presión insostenible sobre los recursos hídricos locales. Los acuíferos están disminuyendo a un ritmo alarmante, y las reservas superficiales de agua están siendo agotadas más rápidamente de lo que pueden ser recargadas.

    El maíz, siendo uno de los cultivos más emblemáticos de la región, ha sido históricamente una fuente vital de alimentos y sustento para muchas comunidades en Sinaloa. Sin embargo, su alto consumo de agua lo hace cada vez más difícil de cultivar de manera rentable y ambientalmente responsable. Como resultado, es necesario explorar alternativas más sostenibles que requieran menos agua y sean más adaptables a las condiciones cambiantes del clima.

    Afortunadamente, existen diversas opciones viables que podrían ayudar a mitigar esta crisis. Cultivos como el sorgo, el garbanzo, el cártamo y el agave son solo algunos ejemplos de cultivos alternativos que son menos intensivos en agua y podrían ofrecer una solución al problema. Estas alternativas no solo podrían reducir la presión sobre los recursos hídricos, sino que también podrían diversificar la economía agrícola de Sinaloa y mejorar la resiliencia de los agricultores frente a los desafíos ambientales.

    Sin embargo, la transición hacia un modelo agrícola más sostenible no será fácil. Requerirá la colaboración y el compromiso de todos los actores involucrados, desde los agricultores y los gobiernos locales hasta los científicos y las organizaciones de la sociedad civil. Además, será necesario implementar políticas y programas de apoyo que fomenten la adopción de prácticas agrícolas más sostenibles y promuevan la conservación y el uso eficiente del agua.

    En última instancia, la agricultura en Sinaloa se enfrenta a un momento decisivo. Si queremos proteger nuestros recursos naturales y garantizar la seguridad alimentaria para las generaciones futuras, debemos actuar ahora y buscar alternativas más sostenibles que nos permitan cultivar de manera inteligente y responsable en armonía con nuestro entorno. Es hora de pensar en grande, innovar y trabajar juntos para construir un futuro agrícola más resiliente y sostenible para Sinaloa.

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    alberto.kousuke@uas.edu.mx

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