No podemos desperdiciarla.
“Preguntó Alicia al gato de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, ¿qué camino debo seguir para salir de aquí? -Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar -contestó el gato. -No me importa mucho el sitio... -dijo Alicia. -Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes -replicó el gato”. (Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll).
Parece que muchos hijos de empresarios, y muchos empresarios también, se encuentran tan desubicados como Alicia, no saben a dónde van, ni saben qué quieren. Ante nuestras preguntas relacionadas con su querencia, cuando alguno nos responde “lo que quiero es hacer dinero”, o es “crecer mi patrimonio”, inmediatamente interpretamos la señal de desubicación. El hombre o mujer de empresa que sólo quiere eso realmente no tiene una querencia que seguir.
Quien demuestra una querencia personal sin preferencias, que no elige una causa a perseguir, que le da igual cualquier cancha donde jugar, que no le apasiona ningún propósito trascendente, no está en ningún lado. ¿Cómo siguen a ese empresario? ¿Quién se va a entusiasmar en acompañarlo? ¿Cómo inducir pasión en su equipo? ¿Cómo contagiar y alentar a su gente?
También para efectos del crecimiento personal un querer definido determina rumbo, traza camino, da criterios de elección, encauza senderos de experiencia y formación. En la famosa novela infantil de Carroll, los constantes cambios de Alicia y sus luchas para comprender las reglas del “País de las Maravillas” pueden interpretarse como un reflejo de los desafíos del crecimiento y de los obstáculos para encontrar un lugar en el mundo.
Sabemos que los jóvenes de bachillerato que saben lo que quieren marcan la pauta con claridad hacia su futuro profesional y, a la postre, llegan más lejos que sus compañeros; pero por qué algunos de ellos tienen su querencia personal tan definida y otros no tienen ni idea de adónde quieren llegar. ¿Qué marca la diferencia?
A veces no saben lo que quieren porque no quieren responsabilizarse de las consecuencias, ni comprometerse. Parece serles más cómodo hacerse los que no saben. Otras veces no desean correr riesgos, prefieren mantenerse en su zona de confort. Otras veces es porque no tienen suficiente información sobre sus alternativas, y no poseen motivación para investigar y averiguar. También otros prefieren mantenerse abiertos a nuevas posibilidades y no quieren arriesgarse a elegir por ahora. Por último algunas personas no se sienten seguras para tomar una decisión de marcar el camino que quieren seguir por temor, o porque no se sienten capaces de lograrlo.
Las 10 mil horas de práctica de Malcolm Gladwell sólo me conducirán a nivel de experto si las aplico en algo que me apasiona, que me invita a aprender cosas nuevas cada día, porque vale la pena hacerlo, porque aspiro a tener un impacto en alguna parte del universo. Ser el mejor del mundo en tirar piedras al mar no deja de ser un logro irrelevante.
Para ubicarme tengo que evaluar mis fortalezas y mis inclinaciones. ¿En qué campo del quehacer humano esos dos vectores podrían aplicarse para lograr resultados extraordinarios? ¿Qué me encanta hacer, qué puedo llevar a cabo con excelencia, y en qué cancha puedo aplicar eso para trascender en serio?
Desubicarse es perderse, pero no siempre estamos perfectamente ubicados. La tarea es estar ubicándonos todo el tiempo, activa y dinámicamente, para que en todo momento aseguremos estar en el mejor lugar, en el hoy, en nuestro aquí y ahora, en la ficha de nuestro ser, de nuestra persona, donde cada quien pueda estar haciendo su jugada maestra.
Saber qué lugar ocupamos en la vida tiene que ver con lo que está fuera de nosotros: familia, amigos, clientes, industria, sociedad, humanidad. Pero también tiene que ver con nosotros mismos: gusto, realización, plenitud, felicidad, trascendencia. Ambos son importantes para darle sentido a nuestra vida.
La virtud de estar ubicado salvaguarda nuestros esfuerzos de desarrollo personal. Es horrible no saber procurar o evaluar nuestras oportunidades porque no sabemos hacia dónde vamos.
* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois