Ya que hablamos en la columna anterior sobre las enseñanzas del deporte, permítasenos detenernos en el fallecimiento del futbolista germano, Franz Beckenbauer, apodado “el Káiser” (emperador, en alemán), cuyo deceso acaeció el domingo 7 de enero, a los 78 años.
Beckenbauer se convirtió en leyenda jugando para el Bayern Munich y como integrante de la Selección Alemana, desempeñándose en la posición de defensa central. Triunfó en dos mundiales del balompié: uno, como jugador y capitán del equipo, en 1974, y otro como director técnico, en 1990. Asimismo, obtuvo los trofeos de tres Copas de Europa (1974-1977) y dos Balones de Oro (1972 y 1976).
En México lo recordamos por su valentía, entrega, reciedumbre, liderazgo, elegancia, pundonor y posición de líbero. Estas, y otras muchas cualidades, fueron patentes en el llamado “Juego del Siglo” (no nos referimos a la famosa película “Space Jam”, protagonizada por Michael Jordan y dibujos animados), encuentro de semifinales entre Alemania e Italia, que tuvo lugar el 17 de junio de 1970 en el Estadio Azteca con arbitraje de Arturo Yamasaki, durante el Mundial desarrollado en nuestro País.
Italia fue la escuadra vencedora del cotejo 4 a 3, pero el partido resultó emocionante de principio a fin, pues fue necesario disputar los tiempos extras, aunque no llegaron a la tanda de penales.
Efectivamente, el partido terminó empatado a un gol por bando, por lo que se fueron a tiempo suplementario. Apenas iniciado el primer tiempo extra, Beckenbauer chocó contra el jugador italiano Giacinto Facchetti y se dislocó el hombro. Como ya se habían hecho los dos cambios, no quiso abandonar el terreno de juego y dejar a su equipo en desventaja numérica, por lo que le vendaron el hombro y así continuó jugando.
¿Me entrego y doy lo mejor de mí?