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La definición de la elección norteamericana tardará unos días más, la oficialización del ganador no será fácil, Donald Trump aun sin saberse plenamente derrotado está decidido a impugnar, a no reconocer el triunfo de su contrincante porque asegura que “hubo un gran fraude en su contra”. Los resultados finales aún no se tienen, pero él, fiel a su estilo, decidió arremeter contra los organizadores de las elecciones en cierto estado del país.
La elección estadounidense reporta la participación de más de 140 millones de votantes, es decir, más del 70 por ciento de los ciudadanos en posibilidades de ejercer el derecho al voto lo hicieron, lo que nos habla del gran interés público que despertó la elección. En términos reales, que para efectos de análisis de resultados sirve muy poco, pero para entender el comportamiento del colectivo sirve de mucho, Donald Trump ha recibido casi 71 millones de votos, mientras que Biden 71.5.
Los escenarios de “amplia victoria” o “zapatiza electoral” que algunos agoreros pronosticaban simplemente no se cumplió. Donald Trump, el Presidente misógino, xenófobo, racista y conservador tiene una base electoral envidiable y un poder de convocatoria que nos hace pensar en lo difícil que será para el demócrata poder gobernar, si el Colegio Electoral y la Corte en caso de impugnación, le reconocen el triunfo en las próximas semanas.
Y es que el republicano ya nos dibujó la ruta en su estrategia, él está decidido a impugnar y judicializar el proceso hasta sus últimas consecuencias. No saldrá de la Casa Blanca fácilmente, hará todo lo legalmente posible por quedarse ahí, incluso contra la decisión cerrada, pero mayoritaria, de los votantes.
Uno de los problemas que están presupuestados en las democracias, incluso en las más consolidadas como la norteamericana, radica precisamente en la capacidad de los competidores en “asumir” la derrota, pero también del ganador, de entender que gobernar con mitades siempre será un reto de conciliaciones.
La sociedad estadounidense está dividida desde antes de 1776, de hecho, la nación nace en la unión de colonias con orígenes comunes, pero formas de pensar y vivir distintas. Algunas con ideas radicalmente conservadoras y otras pensando en libertades muy modernas para la época. Por cosas de la vida y la política, terminaron uniéndose en un pacto conservadores y liberales, esclavistas y abolicionistas, católicos y anglicanos, negros y blancos.
Pero la unión no significó cohesión, por el contrario, desde que Estados Unidos nació siempre han existido diferencias entre sus habitantes, las más radicales por temas de origen racial o étnico. Esas diferencias siguen vigentes, al punto que las últimas grandes protestas en la Unión Americana fueron precisamente contra la xenofobia y el racismo, así como por la exigencia para el cumplimiento y acceso a los derechos sociales de minorías y personas en pobreza.
Ahí en las calles de muchísimas ciudades salieron negros y latinos a protestar, pero se enfrentaron con blancos y conservadores, algunos armados con rifles de alto poder. La tensión fue mayor cuando el Presidente Trump habló de insubordinación de los gobiernos locales y juzgó de anarquistas, comunistas y sediciosos a los manifestantes.
La dificultad para el ganador será poder gobernar una nación dividida, confrontada y lastimada por insultos y denuestos propiciadas por las dos partes. Gobernar mitades es de lo más complicado en política, sobre todo cuando el rumor de la discordia campea en el espíritu común de los ciudadanos. Cuando a propósito de la elección del martes, un periodista me preguntó sobre el principal reto del próximo Presidente de los Estados Unidos de América, independientemente sea Biden o Trump, mi respuesta fue…
“Lo importante en la crisis electoral que vendrá (en EUA) es que en el fondo no es un tema de legalidad, porque lo que está pasando ahí es perfectamente legal y así está contemplado en la constitución norteamericana. Lo que preocupa es el otro aspecto importante también en una democracia que es la legitimidad. Ahí está el verdadero reto para quien gane, sean Biden o Trump, deberá gobernar con y contra la mitad del pueblo que no lo eligió en un contexto de polarización extrema y ese es un gran reto para las instituciones del país que presume ser el más democrático del mundo. Veremos”. Luego le seguimos…